MI REENCUENTRO CON QUIPUS INCAICOS EN BUENOS AIRES

Vienen a mí los recuerdos de aquellos años en los que era un purrete y me gustaba coleccionar todo lo que publicaba el diario “Expreso” de Lima (que solía comprar  mi padre) sobre historia del Perú y cuando tenía una cierta cantidad los cosía como si fueran expedientes judiciales. Así fui aprendiendo sobre la inmensa cultura del Perú. Ya por aquella época admiraba a Julio C. Tello (arqueólogo), a Pedro Ruiz Gallo y Pedro Paulet (inventores), a Jorge Chávez (mártir de la aviación peruana) a Daniel Alcides Carrión (mártir de la medicina). También aprendí de las culturas que hasta ese momento se conocía: Moche, Viru, Mochica, Chimú, Chavín, Paracas, Pachacamac, Tiahuanaco, Incas. Aprendí sobre las teorías del Poblamiento de América con sus teóricos: Florentino Ameghino, Paul Rivet, Alex Hrlicka, Mendez Correa y Thor Heyerdal

Soñaba. Alguna vez soñé con descubrir alguna cultura, pero no tenía alma de arqueólogo, sí de investigador. También soñé con volar y recorrer el Perú de norte a sur, de este a oeste para saber in situ sobre los pobladores del Perú, no me dejaron ser militar. El impertinente destino se ha metido por todos lados. Supongo que me ha dotado de otras habilidades. 

Al crecer, descubrí lo compleja que es la sociedad peruana (lo sigue siendo), desde hace siglos es un crisol de razas: indios, negros, árabes, chinos, japoneses, europeos. No voy a entrar en el análisis de lo social en esta oportunidad. Incluso me atrevería a decir que es un “crisol de razas y de culturas”. El Perú es un país donde cada día se va descubriendo nuevas culturas, nuevas “partecitas” de historia.  Desde que terminé el secundario se han descubierto: Caral, El Señor de Sipán, La Dama de Cao, Choquequirao, Las líneas de Palpa, El complejo arqueológico Túcume, entre otros.    

Hace unos días atrás, las redes sociales me hicieron llegar una invitación en forma de evento sobre la presentación en un museo de Buenos Aires de una exposición-muestra de Kipus o Quipus. 
“Vamos a ver de qué trata”, me dije. 

Asistí puntual. Era la primera vez que iba a ese lugar. Lo desconocía y eso que casi me conozco todos los museos de Buenos Aires. Este se me había escapado.  Llegué, saludé y luego de pagar un bono contribución, que no es obligatorio pero sirve para ayudar a mantener el lugar o las presentaciones. Lo habitual en mí es llegar al lugar y observar el edificio y todos sus detalles, esta vez, creo que la ansiedad me hizo olvidar esos detalles. El museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” está ubicado en la calle Moreno N° 350 de la ciudad de Buenos Aires. Afuera tiene unas rejas y un pequeño patio. Al principio lo confundí con una iglesia, quizás por mi pasado religioso. Digo “mi pasado religioso” por la religiosidad de mi madre y mi abuela, de quienes solía ser su acompañante cada vez que iban a la iglesia. Ellas rezaban y yo me perdía en las imágenes, en las estructuras de las iglesias y en observar los rostros de los feligreses, ya sea que estaban agradeciendo o confesando sus pecados.  

El primer piso estaba ya poblado de otros que también habían asistido para escuchar sobre los “Quipus”.  Ya habían comenzado a contar un poco la historia de esas tiras de algodón o lana poblado de nudos de formas diversas  y que a su vez podían tener colores varios. 

Debía haber unas veinticinco personas, incluyéndome. Todos estaban pendientes de las explicaciones que hacía “Paola”, una de las encargadas de dicha exposición-muestra. Se habló de Huamán Poma de Ayala el gran cronista amerindio de ascendencia incaica y cuyas noticias autobiográficas contenidas en su “Nueva crónica y buen gobierno” han servido para saber que era hijo de Guzmán (o Huamán) Malqui de Ayala y de Juana Curi Oello, hija menor del inca Túpac Yupanqui. Descendía por lo tanto de los nobles de Huánuco, señores de Chinchaysuyo anteriores a los mismos incas.  Es en dicha crónica donde plasma su propia cosmovisión desde la mirada del mestizo, ofrece una perspectiva de la vida anterior del periodo incaico, el folklore, sus tradiciones y narraciones. También muestra una perspectiva de la historia de la época incaica y la de los primeros años de la conquista española.  Considero que las Crónicas de Huamán Poma de Ayala en nada tienen que envidiarle a los textos de los “Cantares de Gesta”, del cual el más conocido es el “Cantar de Mío Cid” que narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, El Campeador.

Hablaron también de los “Chasquis” o “Chaskis”, de su importancia para el Imperio.  Y finalmente explicaron sobre los “Quipus”, sus usos en la economía Inca.  Todos prestaban atención a las explicaciones y escuchaban en silencio, menos Yo.
¿Sucederá alguna vez que la expositora? grite:
— ¡Guardiaaaaaas!
Cuando lleguen.
— ¡Deténganlo y llévenlo a las mazmorras!
Y sea sacado a rastras, colocado los grilletes y arrojado a las catacumbas, similares a las de San Francisco en Lima.

Las crónicas de Huamán Poma de Ayala, Los Chasquis, Los Quipus, la economía, debe ser apreciado en su conjunto. Uno no funciona sin el otro. Las crónicas nos sirven para entender en cierta medida, la forma de vida administrativa Inca, pero sobre todo lo social. Los chasquis llevaban la información a todos los rincones de los cuatro suyos, era vital tener comunicación en tiempo real; los quipus servían para administrar de forma eficiente los recursos que se producían en el Imperio.  A esta información debemos agregarle la importancia del Ayllu, formado por un conjunto de familias que se consideraban descendientes de un antepasado común y vivían en un lugar determinado, quienes trabajaban las tierras para alimentarlos y también trabajaban las tierras del Inca a través de la “Minca”. Esto, hoy, no ha perdido actualidad, se sigue trabajando del mismo modo. Ya no para el inca, sí para la Comunidad con una organización que al mismo tiempo se parece al Imperio Romano. Ya he dicho que en alguna oportunidad que realizaré un ensayo o un trabajo de investigación al respecto y lo publicaré. Hablo de las “Comunidades”.  Tendré que viajar al Perú y quedarme un par de años para realizarlo, desde acá se hace difícil. No quiero cometer el error de Florentino Ameghino, quien sólo esperaba que su hermano Carlos (el que viajaba) le enviara lo que encontrara para estudiarlo.
Casi al final, nos enseñaron a armar los distintos nudos. Todos recibimos unos hilos de mediano grosor para simular el hilo de los Quipus.  Nos tiraron alguna cifra y los graficamos en los hilos. Todos se empeñaron en hacerlo bien.  Estuvo divertido.  Los Quipucamayoc’s  eran los funcionarios encargados de los Quipus para el Imperio. 

Cuando termino la exposición recorrí la muestra de vasijas y utensilios diversos que se estaban exponiendo en el lugar. Muchas no las entendí. Me entró la duda si eran de culturas que florecieron en la argentina y que tuvieron influencia Inca o si eran de la cultura incaica en territorio argentino. El Imperio Incaico luego de la expansión de Wiracocha y Pachacutec, abarcó Ecuador, Colombia, Chile, Bolivia y Argentina. En el caso argentino abarcó, Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, La Rioja, San Juan y el Noroeste de Mendoza.  En esa región habitaban los Diaguitas, los Omaguacas, los Calchaquíes y los Huarpes que fueron dominados y  pasaron a formar parte del Collasuyo.

La presencia Inca además de las construcciones, también puede verificarse con el hallazgo en  marzo de 1999 en la cima del Volcán Llullaillaco (oeste de la Provincia de Salta)  a 6739 msnm de tres niños incas perfectamente conservados y que se encuentran actualmente en el “Museo de Arqueología de Alta Montaña” (MAAM) de Salta.  Un niño de siete años “El niño”, una niña de seis “La niña del rayo” y una joven mujer de quince años “La doncella”; su estado de conservación es tal, que pareciera que estuvieran durmiendo.  Junto a ellos se hallaron 46 objetos que componían su ajuar, formado por figuras humanas y animales en miniatura, utensilios y alimentos.

Fiel a mi estilo, siempre que pude, hice acotaciones que ayudaran a comprender mejor al Imperio Incaico, pero sobre todo se entienda mejor la historia del Perú, por que el Perú no nació el 28 de julio de 1821 cuando el Generalísimo Don José de San Martín Matorras  dijera “El Perú es, desde este momento, libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”, sino que el Perú nació en, por ejemplo, “Chivateros I” cuya antigüedad se calcula en 7000 a 6000 a. c., pasando luego con cada una de las culturas Proto-Peruanas o Pre Incaicas. Me niego a denominar como “Culturas Precolombinas” a las que surgieron en el Perú  y que son anteriores a los Incas, en una situación muy similar a lo que actualmente sucede con los descendientes negros africanos en el Perú que se hacen llamar “Afroperuanos”  y no “Afro descendientes”, pero ese ya es otro tema.

Luego de recorrer el recinto y tomar todas las fotografías necesarias me retiré. Mientras regresaba sobre mis pasos camino a la Plaza de Mayo para tomar el subte o algún colectivo que me llevara a casa, iba meditando y repasando en mi cabeza todo lo que mis ojos habían visto, al mismo tiempo recordaba que comencé a aprender historia del Perú con mi libro “Coquito” que entre gráficos y textos simples aprendí lo que habían hecho  nuestros ancestros, que en el secundario tuve que aprender y saber sobre cada una de las culturas, sobre los catorce incas (lo recitaba de memoria), sobre los 57 virreyes, que el primero fue Blasco Núñez de Vela y llego a Lima en 1544. Que el último virrey fue José de la Serna quien fue derrotado por las tropas independentistas en 1824. Ni hablar de la época republicana. 

Seguimos avanzando. El Perú sigue avanzando. No me importa pecar de presumido al decir que “No hay país en el mundo que posea una cultura similar o igual a la que tiene el Perú, en calidad y cantidad”. Al mismo tiempo me entristece cuando me encuentro con algunos compatriotas en Buenos Aires y no saben cosas esenciales. Sienten hasta vergüenza de decir que son peruanos, cuando deberían sentirse orgullosos.  ¿Todos?, por supuesto que no.

Me entristece cuando observo a mis compatriotas que copian ideas extranjeras, incluso sin entenderlas. Llevan banderas que no suyas y que son capaces de morir por esas ideas. Miran hacia afuera cuando en realidad deberían de mirar hacia adentro. Tenemos todo, no necesitamos buscar en otro lado, solo mirar al hermano y trabajar.  Será que tenía razón el Inca Garcilaso de la Vega (otro cronista peruano) cuando hace más de quinientos años dijo “El Perú es una madre amorosa con los hijos ajenos, pero una madrastra con los hijos propios”. No lo sé. Prefiero quedarme con la frase del querido César Vallejo “Hay hermanos muchísimo por hacer”.

Por Miguel Ángel Villegas. 
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