EL VINO DE GILGAMESH HECHO POR LOS GAUCHOS

 

En mi niñez descubrí en los libros, muchos personajes maravillosos que han servido de paradigmas para mi vida adulta, poblaron de héroes imaginarios con el que solía interactuar en cada uno de sus avatares. Me perdía en mis ensoñaciones.

En algún momento de mi vida "Los Caballeros Templarios" atrajeron mi atención. Me fascinaron demasiado y en aquella época de los inicios de la era de las redes sociales llegué a crear un grupo de literatura que se llamó "Templarios Literarios". Sus integrantes eran de todas partes del mundo, aún no había aparecido el Sr. Feisbú. Era una época donde gobernaba el viejo "Messenger".  Nos reuníamos una vez por semana para conversar de la Literatura universal y sobre todo de la literatura Latinoamericana. Los europeos ansiaban escuchar las historias de los escritores de esta parte del continente.  ¡Que época maravillosa!

Unos años más tarde cayó en mis manos un pequeño librito que lo había conseguido en la calle Corrientes, donde se narraban las historias del gran guerrero sumerio, llamado Gilgamesh. Tuve toda una colección, me leí todas sus historias e investigué todo sobre aquel personaje.

Siguiendo con esa admiración, también por aquellos tiempos, llegué a crear un grupo que se llamó "El zigurat de Ur" donde hablábamos de filosofía, realizábamos análisis de la sociedad. Me quedaron grandes amigos. “Alguna vez vendrás a visitarnos”, me decían los europeos, la mayoría españoles, italianos y rusos. Algún día me daré una vuelta por el viejo continente.

Siempre he soñado con ser un Guerrero. Crecí admirando a Miguel Grau, a Francisco Bolognesi, a Pedro Ruiz Gallo, a Chalcuchimac y a mi bisabuelo Ambrosio Villegas Ventura. Eran héroes de antaño. Supongo que los guerreros modernos, no necesariamente deben portar un estandarte y cargar una espada o una poderosa arma; a los héroes modernos muchas veces, solo les basta una hoja, un lapicero y una idea por la cual luchar, como la prosa de Arguedas, de Manuel Gonzáles Prada o los versos de José Hernández y su gaucho Martín Fierro. La vida me ha dado la oportunidad pelear mis batallas y de lograr mis victorias. Ahí voy, peleándole al destino que a veces golpea duro.

En esas ensoñaciones, el vino ha sido una gran compañía, ya sea solo o acompañado. El destino también, siempre me ha brindado buenas compañías. Y, ellas, siempre han estado presente. Cuando escriba el libro sobre “Ellas”, el vino inevitablemente va a ser uno de los personajes importantes.

Cuando llegué de Buenos Aires a Lima, me traje un par de botellas para seguir disfrutando, pues, es sabido que el Perú no tiene una cultura vinícola, sus vinos son demasiado dulces o demasiado insípidos y eso que no tengo un paladar exquisito. Al llegar la pandemia todo quedó stand by, y al finalizar, algunas botellas fueron descorchadas.

En estos últimos tiempos en mi vagabundear por mi entrañable Lima, he descubierto algunos “huariques” donde aprovisionarme del liquido elemento. No son los mejores, pero cumplen a cabalidad su finalidad: brindar compañía.

Extraño los cafés de Buenos Aires y a esa banda insolente y desprejuiciada que solíamos reunirnos en el Café “La Academia” en pleno centro de la ciudad, a metros de la mítica avenida Corrientes, aquella que alguna vez se dijo que era “la avenida que nunca duerme”.

 Decía, que “Ellas” siempre están presente, me inspiran, complementan mi curiosidad natural, mi intelectualidad, y hasta mi insensatez.

En Lima, aún me cuesta entenderlos a Ellos, y a Ellas, no tanto. Hay ocasiones que siento como si hubiera llegado de otra dimensión o de otra época. Lo que es obvio para mí, no es obvio para el peruano de hoy. En fin, poco a poco estoy tratando de comprenderlos, cuesta, pero ahí vamos. Me cuesta tenerles paciencia a algunos peruanos, porque “la paciencia” el día que nací fue un elemento que está agotado.

 Ella siempre será la mejor compañía. "Al vino y a vos, es algo que nunca podré negarme", me dijo alguna vez. Ya lo veremos. El tiempo, solo tiempo lo sabe con certeza y pone las cosas en el lugar que corresponde.

©Miguel Ángel Villegas

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Autor de la fotografía principal: Molina Campos

El texto original fue publicado el 25 de marzo de 2020, que lo acompaño al final, como un ejemplo de como los textos pueden ir evolucionando de acuerdo a nuestras vivencias.👇👇👇

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En mi niñez descubrí en los libros, personajes maravillosos que me sirvieron de paradigma para mi época adulta. En su momento "Los Caballeros Templarios" atrajeron mi atención. Me encantó tanto que llegué a crear un grupo de literatura que se llamó "Templarios Literarios". Sus integrantes eran de todas partes del mundo, aún no había aparecido el Sr. Feisbú. Era una época que gobernaba el viejo "Messenger". Teníamos reuniones semanales donde hablábamos de Literatura universal y sobre todo la literatura Latinoamericana. ! Que épocas!

Años más tarde cayó en mis manos las historias de Gilgamesh, aquél guerrero Sumerio. También llegué a crear un grupo que se llamó "El zigurat de Ur" donde hablábamos de filosofía.

Siempre he soñado ser un gran Guerrero. No puedo quejarme, en cierta medida, la vida me ha dado esa oportunidad, ser un Guerrero de este tiempo. En esas ensoñaciones el vino ha sido una gran compañía. ¿Lo he tomado sólo?, No.  Solo jamás. El destino siempre me ha brindado buena compañía.

Ellas, siempre están. Cuando escriba el libro sobre "Ellas", el vino va a ser un personaje importante.

Lo cierto es, que cuando termine la cuarentena seguramente los corchos de algunos vinos serán separados de sus botellas originales.

No he perdido tiempo, en mi vagabundear por Lima, ya descubrí "huariques" donde aprovisionarme de buenos vinos.

Ella siempre será la mejor compañía. "Al vino y a vos, es algo que nunca podré negarme", me dijo alguna vez. Ya lo veremos. El tiempo. Solo tiempo lo sabe con certeza.




 

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