TENGO DEBERES SAGRADOS QUE CUMPLIR…

Hace unos días atrás, me dieron ganas de salir a caminar por mi entrañable Lima, para ver si puedo descubrir algo nuevo. Siempre que salgo logro descubrir ese “algo”, en ese sentido las callecitas de Lima nunca me defraudan.


No estoy seguro si fue un sábado o un domingo. Solo sé, que me dieron ganas de caminar. 

Con todo lo que caminé aquel día, el Sr. Google seguramente a fin de mes me va a enviar la estadística que este mes de marzo he caminado más que febrero.

Siempre lo recibo con parabienes puesto que me da un parámetro para controlar no solo mi salud mental sino también mi salud física.


En fin, como decía, aquel día simplemente me dieron ganas de caminar. A Forrest Gump le dieron de correr, a mí me dieron ganas de caminar. No sé, si hubiera salido a la Autopista, más sabiendo como es Lima de peligrosa. Ya, días anteriores me salvé que me robarán mi celular, me defendí al estilo de John Wick, lo tomé del cuello contra la pared, hice que el trabajador de la Municipalidad llamara a la policía. Estaba ordenando a todo el mundo que el ladronzuelo se asustó y decía un montón de objeciones que por supuesto, Yo no escuchaba, ni me interesaba. Si no hubiera estado en camino a una reunión, al “Choro” (Pájaro frutero) lo llevaba a la comisaría y hacía que revisaran las cámaras de seguridad de la zona.

Imagínense, un descarado ladronzuelo tratando de robarme a mí y en mi propio barrio, en las callecitas donde conozco cada una de las baldosas de piedra, cada balconcito, cada vendedor ambulante. Bueno, las putas, ahora son extranjeras y ya no andan por la esas calles como antaño. Realmente fue de película. Por el apuro olvidé tomar una fotografía, pero ya encontraré una que grafique un poco aquel día.


Entonces, como les contaba….

La cuestión es que en algún momento de esa caminata terminé sobre la avenida Paseo Colón (Creo que aún se sigue llamando así), justo enfrente del local partida de “Acción Popular” fundado por el expresidente Fernando Belaunde Terry, lo cual me hizo recordar que algunas tardes de mi adolescencia lo había frecuentado.

En los 80’ y los 90’ viví en la primera cuadra del Jirón Cervantes (Altura Segunda cuadra de la Av. Brasil), por lo que me quedaba cerca el local partidario y me daba mis escapadas para escuchar alguna que otra disertación.


Y así, seguí rumbo a la Plaza Bolognesi. Mientras la tarde iba cayendo lentamente y el cielo se incendiaba, en el horizonte descubrí lo que par mí era “La fotografía” y sin dudarlo, saqué mi celular… “Click”, sonó la foto. Lo había capturado. En medio del cielo rojizo se podía observar majestuoso a Francisco Bolognesi.

Por algunos segundos mi prolífica imaginación, creyó ver al anciano militar en el fragor de la batalla en la cúspide del morro de Arica peleando palmo a palmo para evitar que cayera en manos del enemigo. El coronel Bolognesi antes de la batalla ya sabía con certeza que ese promontorio era imposible defenderla, aun así, decidió quedarse para defenderla. Para él, era una cuestión de honor.


¿Podía ser posible que 1900 hombres, mal alimentados, mal vestidos, con armamentos vetustos, pudieran ganar una batalla contra el enemigo que se había preparado durante diez (10) años para esa guerra, que tenía armas modernas y estaban bien alimentados?

Quizás si hubiera estado Merlín o Gilgamesh. No sé. 


Evité pensar en los bolivianos, porque la bilis hubiera rebalsado a borbotones, esos traidores que se escondieron y que nunca defendieron nada. 

Recordé que alguna vez un boliviano en Buenos Aires pretendió darme una supuesta clase de historia latinoamericana y termino apabullado. Justo ellos, que permitieron 35 años el Yugo de Alfredo Stroessner, pero, eso será para otro texto.


Decía…

Que, me encontré con la “Foto del día o del mes”, que no podía dejarla pasar. Eran pocos los segundos que tenía para capturarlo. 


Suele pasarme cosas así cuando voy por la calle: estar caminando y de repente encontrarme con alguna situación o conjugación de colores y pensar “Esa es una foto, que bonita imagen”. Así he logrado capturar miles de fotos que suelo usar para inspirarme al momento de crear textos. Nunca sé como ni cuando nacerán mis textos, del mismo modo que nunca sé cuando me encontraré con la foto que gane el Pulitzer. Soy ambicioso.

Avancé, llegué hasta la plazuela donde se encontraba majestuoso Francisco Bolognesi, lo saludé y seguí mi camino de regreso a casa. 


—Che, Pibe. Visítame más seguido — me dijo el coronel—, por acá la gente no es de conversar y a Roque Sáenz Peña se lo llevaron a Buenos Aires. 


Giré, sonreí. Lo saludé como solían hacer los Caballeros en la época feudal y lentamente mis pies tomaron la Avenida Alfonso Ugarte (otro héroe de Arica) para perderme en medio del gentío de esa hora que corría para tomar las combis rumbo a sus hogares. 

© Miguel Ángel Villegas.


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