La motivación detrás de la fundación de Lima puede rastrearse hasta la expedición liderada por Francisco Pizarro. Pizarro, junto con Diego de Almagro y Hernando de Luque, quienes emprendieron la conquista del imperio Incaico en el siglo XVI. Después de la captura y ejecución de Atahualpa, en 1533, Pizarro buscó un lugar estratégico para establecer una ciudad que sirviera como centro administrativo y comercial en la región recién conquistada.
La elección de Lima como ubicación para la nueva ciudad no fue fortuita. La zona ofrecía condiciones geográficas favorables, como su proximidad al mar, lo que facilitaba el transporte marítimo y el intercambio comercial. Además, el clima templado y la presencia de agua dulce en el valle del río Rímac proporcionaban condiciones propicias para la agricultura y el asentamiento humano. La planificación cuidadosa de la ciudad, diseñada según los estándares urbanos españoles de la época, reflejaba la visión de una nueva metrópoli que serviría como un importante centro colonial en Sudamérica.
El evento central de la fundación de Lima tuvo lugar el 18 de enero de 1535, cuando Pizarro y sus hombres realizaron la ceremonia oficial de establecimiento. La ciudad fue bautizada como "La Ciudad de los Reyes" en honor a los Reyes Magos, en referencia a la fecha religiosa de la Epifanía. Este nombre revela la conexión entre la conquista española y la difusión del cristianismo en el Nuevo Mundo. La plaza principal de Lima, la Plaza Mayor, fue el punto focal de la nueva ciudad y se convirtió en el corazón de la actividad política y social.
Entre los personajes clave involucrados en la fundación de Lima, destaca el propio Francisco Pizarro. Su visión estratégica y liderazgo desempeñaron un papel fundamental en la elección del lugar y la planificación de la ciudad. Otro personaje destacado es el fraile dominico Tomas de San Martín, quien acompañó a Pizarro y desempeñó un papel crucial en la fundación religiosa de Lima. La construcción de la iglesia y el convento de Santo Domingo, en la Plaza Mayor, subrayó la importancia de la presencia religiosa en la nueva ciudad.
Durante los primeros años de su existencia, Lima experimentó un rápido desarrollo económico y social. La ciudad se convirtió en un punto de encuentro para colonizadores, comerciantes y misioneros, atrayendo a personas de diversas partes de la región y del mundo. La Plaza Mayor se convirtió en el epicentro de la vida social, política y religiosa, donde se celebraban eventos, se realizaban proclamaciones y se llevaban a cabo actividades culturales.
El impacto de la fundación de Lima en la región fue significativo y duradero. La ciudad se convirtió en un importante centro administrativo, desde donde se gobernaba el Virreinato del Perú, abarcando gran parte de Sudamérica. La influencia de Lima se extendió más allá de las fronteras del virreinato, afectando la dinámica política y cultural de las colonias cercanas. La presencia de instituciones gubernamentales, religiosas y culturales contribuyó a la consolidación del dominio español en la región.
El auge económico de Lima también fue notable. La ciudad se convirtió en un centro comercial clave, facilitando el intercambio de bienes entre Europa y las colonias. La minería, especialmente la extracción de plata de las minas cercanas, desempeñó un papel crucial en la economía de Lima y contribuyó a la prosperidad de la ciudad. La riqueza acumulada atrajo a la nobleza y a la alta sociedad, consolidando la posición de Lima como una de las ciudades más importantes de América Latina.
La fundación de Lima también tuvo un impacto en la cultura y la arquitectura de la región. La construcción de iglesias, conventos y edificios administrativos en el estilo arquitectónico barroco reflejaba la influencia europea en la ciudad. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fundada en 1551, se convirtió en la primera universidad de América del Sur, consolidando el papel de Lima como un centro intelectual y cultural.
A medida que Lima creció y se desarrolló, también enfrentó desafíos y conflictos internos. La sociedad colonial estaba marcada por tensiones raciales y sociales, con una estructura jerárquica que colocaba a los españoles en la cima de la pirámide social. Las clases indígenas y mestizas enfrentaron discriminación y desigualdad, lo que generó tensiones que se manifestaron en revueltas y protestas a lo largo de los siglos.
La independencia de Perú del dominio español en el siglo XIX marcó un nuevo capítulo en la historia de Lima. La ciudad se convirtió en la capital de la república recién formada y desempeñó un papel crucial en la configuración del gobierno y la identidad nacional. La arquitectura colonial y la planificación urbana de Lima continuaron influyendo en el desarrollo de la ciudad a lo largo de los siglos, fusionando la herencia española con la identidad peruana emergente.
En conclusión, la fundación de Lima en 1535 fue un evento histórico que dejó una huella indeleble en la región.
En la actualidad, Lima se ha convertido en una ciudad con dos mundos. El primero, con un progreso creciente hacia una ciudad moderna; el segundo, producto de la improvisación de los gobernantes de las últimas centurias, lo que ha provocado que la ciudad haya crecido de un modo desorganizado, sin planificación alguna. Los barrios periféricos son la expresión de esa improvisación, en la cual, la pobreza, la falta de educación y la ausencia del Estado ha generado pequeños “Pueblos Jóvenes”, como se los llama a los asentamientos humanos producto de las grandes migraciones internas que se han producido en el Perú.
© Miguel Ángel Villegas