UNA CONSULTITA GRATIS

 

Hay un principio en el derecho que reza “El trabajo se presume Oneroso”, es decir, ante cualquier tipo de trabajo que realicemos lo natural es que recibamos una contraprestación (sueldo, salario u honorario). Sin embargo por alguna razón algunas personas creen que no es así. Es más, creen que tienen el derecho de exigirles a los demás que trabajen de manera gratuita. Son incluso capaces de remitirse a supuestos valores éticos o morales. En definitiva quieren que trabajemos para ellos gratuitamente.

 Cuando el que realiza el trabajo es alguien que lleva overoll o mameluco, alguna herramienta y además se lo ve todo transpirado y sucio producto de su labor, al menos ese trabajador tiene mayores chances de cobrar por el trabajo realizado. 

 La cuestión se plantea cuando no sucede nada de eso, es decir, cuando no se lleva overoll, ni herramienta y menos está transpirado. Eso nos sucede a los Abogados  a quienes los clientes siempre nos ven pulcros, salvo nuestros maletines llenos de papeles y con las únicas herramientas que portamos, que son una birome (lapicera) y una hoja en blanco. Por lo general estamos en sillas cómodas y escritorios con otro montón de papeles o en algún Café de Buenos Aires o de cualquier ciudad del mundo. Ahí está la cuestión. ¿Cómo decirle al Cliente que la Consulta se cobra? ¿Cómo decirle que en la consulta, ya estamos trabajando? ¿Cómo decirle que la consulta es precisamente el “Gran Quid” de su problema? ¿Que en la consulta realizamos el mayor trabajo intelectual, por que debemos de separar lo conduscente de aquello que no sirve en medio de los millones de palabras y datos que nos dice? ¿De las miles de preguntas que les planteamos para que nos responda y que de todas ellas sólo unas cuantas son importantes? ¿Cómo decirle que lo que para ellos son importantes para nosotros no lo es?, hablo de sus problemas. ¿Cómo decirle que aquello que no nos contó y que creía que no era importante, eso, precisamente era lo importante? ¿Que después de la consulta, para el abogado todo lo demás es más sencillo, por que ya entendió su problema y como solucionarlo? Cómo decirle al cliente que su frase ¿“Le puedo hacer una Consultita”? pone a trabajar nuestros cinco sentidos y que para nosotros no es una “Mera Consultita”.

 No sólo eso, sino que además, cuando llega a nosotros (los Abogados) traen en sus espaldas un GRAN PROBLEMA, y cuando se despiden esa gran carga queda con nosotros y que se van livianos a sus casas, aún cuando después no quieran actuar judicialmente o se vayan con otro abogado pese a haberles ayudado a aligerar sus cargas. Por suerte clientes de este tipo son muy pocos, hay más de aquellos que respetan nuestros trabajos.

 Ayer 15 de junio del 2016, me ocurrió algo único. Me había llamado un conocido que no la está pasando bien financieramente y necesitaba mi consejo (Una Consultita), así que me levanté temprano y luego de hacer algunas cosas habituales de la profesión me dirigí a su casa. Cuando llegué me recibió con la misma efusividad de siempre, en eso él no se viene con chiquitas, es muy afectuoso. Ya había ido con la idea de no cobrarle la consulta, así que sólo esperaba alguno de esos panqueques que suele preparar, esos hubieran sido un buen pago a “La Consulta”. Al finalizar mi trabajo y luego de algunos minutos de charla, me puse de pie para me despedirme.

 - !No te vas a ir sin almorzar!- me dijo, - Vamos a un tenedor libre que hay a unas tres cuadras - continuó.

 Sabiendo que su economía no está del todo bien y que además acaba de ser despedido de su trabajo, me quedé dubitativo. 

- !Por la “Guita” no te hagas problema, eh!- me dijo, sacándome del mutis - No no te vas a ir sin almorzar, además, vos, sos un amigazo y hace tiempo que no nos vemos.

 


Hasta ahora, no sé si me convenció por que estaba con hambre o por que me dijo que era su “amigazo”. No sé si me convenció por que si le decía que no, lo pondría en evidencia que estaba mal económicamente o si lo hice para no golpear su orgullo y dignidad, así que simplemente lo seguí. Vamos a llamarlo Sabino (nombre ficticio) para darle identidad. Vive en Palermo en una gran casa heredada de sus padres, pero a él la vida no lo ha tratado del todo bien, pero “la va luchando” como dicen mis amigos argentos. Sabino, por supuesto es Argentino y ya anda por los sesenta y algo. Seguro tiene sus locuras pero es buena persona, supongo que eso es lo más importante. Cuando llegamos al Tenedor Libre, comió como si lo hubieran largado de la cárcel hacía unas horas.

 - !Contigo los Chinos pierden plata!- le dije.

 Charlamos de todo un poco, hacía un par de años que no nos veíamos y tratamos de actualizar nuestros recuerdos, propios y de nuestros conocidos comunes. Algunos, ya no estaban. Almorcé bien, lo disfrute. Comí lo que deseaba comer, sin excesos. Era un buen pago para una Consulta. Contrario a algunos clientes de buen pasar  y que tranquilamente podrían pagar la consulta pero que te mezquinan el pago y se presentan como unos pordioseros que no cargan ni siquiera una moneda de cinco centavos. A esos también les mezquinamos las respuestas y dejamos que se vayan a sus casas con parte de su carga pesada, ¿Por que debíamos quitarles el peso?. Con el tiempo los abogados vamos aprendiendo como son y como actúan las personas y de entrada ya sabemos “como viene la cosa”. En ocasiones le he sugerido a mi socia que nos disfracemos con Overoles, guantes para construcción, nos ensuciemos la cara con tierra y un atomizador para rociar nuestros rostros y dar la apariencia de estar transpirando para que los clientes que nos quieren hacer una “Consultita” se den por enterados que estamos trabajando. En algunas ocasiones incluso hubo de aquellos que nos dijeron,  ¿“pero si no han hecho ningún escrito”?.

Al terminar  el almuerzo, salimos del Tenedor Libre y ya me dispuse a despedirme para partir a otros lados. 

 - !No te he pagado la Consulta ni el trabajo de venir hasta mi casa!- me dijo Sabino.

- !Pero ya almorzamos!- le objeté.

- !Noooo, eso era por que no nos vemos desde hace mucho tiempo!- dijo - ¿Que libro te gusta leer?- continuó Sabino.

- Pues, leo de todo, menos las de terror - Le respondí.

 -Bueno, no se hable más, vamos hasta la feria de Plaza Italia, total está a dos cuadras- dijo Sabino.  

 Cuando llegamos.

 - !Elige el que te guste, no te pongas a mirar el precio!- me dijo Sabino.

Recorrimos los puestos y revisé todos los libros. Me había olvidado de esa feria. Encontré varios que me parecieron interesantes, me topé con muchos de Sociología y de filosofía que seguro luego iré a buscarlos, pero el que me llamó la atención fue uno que decía: “Psicología de la Inteligencia” de Jean Piaget. No lo pensé, lo elegí. 

- Listo, este me llevo- le dije.

Sabino, tomo el libro, se lo dió al vendedor que lo metió en una bolsa. Pagó el libro y me lo entregó.

 - !Muchas gracias, no era necesario! - le dije.

 - !Usted se lo merece Doctor!- me dijo Sabino.

 Nos despedimos con la promesa de reunirnos mas seguido para charlar y para ir a comer algo por ahí. Mientras regresaba a casa, iba pensando en todo aquello que había vivido este día. En medio de esas cavilaciones vinieron a mis recuerdos lo que me contaba Luchita (mi abuela) sobre su papá el bisabuelo Ambrosio Villegas Ventura a quien respetaban en toda la región del Departamento de Lima (Perú) allá por los comienzo del 1900 donde su palabra era  casi “LA LEY”. Lo recuerdan aún hoy como un hombre honorable y que buscaba siempre la equidad y la justicia. Solía contarme mi abuela que llegaban pobladores de los distintos pueblos y caseríos de la región a la casa del bisabuelo Ambrosio, trayendo bueyes, ovejas, cabras, cerdos, patos, gallinas, en fin, todo tipo de animales para que él vaya a sus respectivos pueblos o caseríos a ayudarlos a solucionar algún tipo de conflicto. Y... Don Ambrosio Villegas Ventura, montaba en su caballo “Alazán” y marchaba con los recién llegados, pese a la reticencia de su mujer (mi bisabuela) y sus hermanos mayores. 

He ido descubriendo que hay clientes de todos los tipos, pero Yo soy la misma persona siempre y ayer, me hicieron el mejor pago a una “Consultita” en toda mi vida profesional.  

©Miguel Ángel Villegas

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Texto original publicado en el año 2016

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