LA UNIVERSIDAD DE BUENOS
AIRES (UBA), por segundo año consecutivo se ubica en el puesto N° 66, lo que
habla del buen nivel académico de dicha casa de estudios (Mi Alma Mater)
Aquellos que transitamos sus aulas, podemos dar fe de lo exigente es que es su currícula, pero lo gratificante es, cuando egresamos, porque podemos ubicarnos fácilmente en cualquier estamento, ya sea como abogados, asesores, consultores, investigadores, profesores, disertantes u oradores.
Como peruano, siempre voy
a querer que alguna casa de Estudios, esté bien posicionada, sin embargo, aún
falta mucho por trabajar. La mejor posicionada, PUCP está en el puesto 432; la
Cayetano Heredia entre 701-750; la San Marcos entre 801-1000; La Universidad de
Lima en los 1000+; la Universidad del Pacifico en los 1000+.
El cuestionamiento que
les hago a esos que proponen un millón de Universidades es que no piensan en el
futuro de los egresados de esas casas de Estudios. Si una Universidad es
mediocre, egresarán profesionales mediocres, que habrán gastado su dinero y
sobre todo su tiempo en una profesión que nos le va a producir para que vivan
bien. El problema, no es la profesión, el PROBLEMA es que los educan mal.
Cuando estén en la calle
y su título bajo el brazo, cuando los rechacen de los trabajos a los cuales se
postulen porque no van con un título que diga en algún lado “Católica”, solo les
quedará, ser taxista o empleado de algún negocio por que debe mantener una casa.
Si tiene suerte, quizás
juntará algunas monedas y se podrá un negocio, pero ¿Para qué fue a la
Universidad? ¿No era que se estudia una profesión para tener un mejor futuro?
El Perú está como está por que los políticos son mediocres (eso ya lo sabemos), pero también está como así, porque su gente es mediocre. No la han educado, no le han dado oportunidades. Cuando camino por la calle y escucho que alguien es ambulante desde hace 25 años (el año que me fui a buscar un mejor futuro) me da un parámetro que el Perú hace 25 años no crece. Yo en su lugar, a los 2 o 4 años, ya hubiera tenido mi tienda, en 10 quizás ya tendría dos o tres y a los 15 o 20, quizás ya habría ingresado al mundo inmobiliario para seguir invirtiendo. Yo elegí ser profesional. La pandemia me encontró en el Perú, ha frenado algo mi avance, pero no lo ha detenido. Sigo creciendo.
Cuando me fui del país en
1992, ya estaba iniciando un negocio con mis amigos de entonces (Una
distribuidora de balanzas). Me fui por que tenía un sueño: ser Abogado. La San
Marcos me había negado ser parte de su élite (me faltaron 4 puntos en el examen
de ingreso. Fue culpa mía no prepárame bien o no tenía dinero para prepararme
en una buena academia). No he nacido en una familia rica, sino en una bastante
disfuncional. ¿Mi padre, pedirle ayuda?, eso era imposible, él no sabía que
hacer con su vida. Aún hoy a sus 75 años, creo que tampoco sabe que va a ser de
su vida. Puedo parecer duro, pero esa es la realidad y la realidad hay que
mostrarla, aunque duela.
Lo médicos dice “el primer
paso para sanar es reconocer que estamos enfermos”. Mi padre es como los de su
generación, solo piensa en el día, quizás la semana. Siendo demasiado bueno,
diría que piensa por el mes. No mira el futuro. En eso no aprendió de su madre.
Ella miraba el futuro. Siempre se adelantó a su tiempo. Se casó con el hombre
que quiso, en una época en la cual las mujeres se casaban con el marido que elegían
los padres.
Es producto de esa
generación mediocre de peruanos que han producido a un Alan García, a un Fujimori,
a un Toledo, a un Ollanta, a un PPK, a un Vizcarra y a hasta a un Sagasti. ¿Cómo
alguien en su sano juicio puede elegir votar por Keiko Fujimori, por Jonhy
Lescano, por Rafel López, por Verónica Mendoza, por Hernando de Soto, por George
Forsyth, por Daniel Urresti, por César Acuña? Sólo hay una respuesta: Una
sociedad enferma.
Del mismo modo que en una
familia violenta, con el tiempo la violencia lo van naturalizando, en una
Sociedad mediocre, con el tiempo la mediocridad se ha naturalizado.
Miro al Perú y me dan
ganas de irme a Alemania. Hoy, con todo mi conocimiento me recibirían con los
brazos abiertos, aunque, eso sería huir de mi destino, nunca le rehuí. El
destino siempre ha sido peliagudo conmigo. No le tengo miedo.
He asumido que no puedo
cambiar el mundo, pero si puedo cambiar mi mundo. El primer día que puse mis
pies en suelo peruano comencé a hacerlo. Un año. Ya pasaron 365 días desde que
regresé al Perú para quedarme por algún tiempo, desde entonces ya me tenido mis
“Batallas de Arica y Tarapacá, mis combates de Angamos”. Las que he tenido
intrafamiliar han sido terribles, violentas. Eran necesarias.
Cambiar la mente de un hombre no se logra de la noche a la mañana. ¿Cómo puedo cambiar el mundo, si primero no cambio la mente de mi gente? La familia está primero. En estos tiempos estoy abocado a ello. Si el peruano tuviera una mentalidad inglesa o alemana, sería todo pan comido. El peruano de hoy, tiene una mentalidad de cualquier país pobre africano, con la única diferencia que tiene plata y no sabe que hacer con ella. Gasta su dinero en trivialidades y no en mejorarse. Prefiere comprar una televisión 500 pulgadas que pagarse un curso para estudiar, no sé, administración de empresas o un curso para arreglar computadoras o ser chef. ¿Cómo cambiar la mente de este peruano mediocre tercermundista? Tiene plata y puede irse a Estados Unidos a vacacionar o quizás irse de paseo a Europa. Antes de la Pandemia, el Perú era un país millonario, pero con ciudadanos cuyas neuronas hace 25 atrás dejaron de funcionar.
Si hubiera forma que el ángel
de la muerte pasara una noche por el mundo y mandara a los peruanos a Alemania
y a los alemanes al Perú. Los alemanes en el Perú se convertirían en una súper
potencia. Los peruanos en cambio a la Alemania que encuentren, la harían
MIERDA.
Fernando Savater solía
decir “El ciudadano no es una plantita que tiras por ahí y que crece a la buena
de Dios, al ciudadano hay que educarlo, hay que construirlo”
Estos 365 días han sido
duros. Cambiar la mente de los hombres, no es como cambiarle la “Placa madre” a
una computadora, por que hay sentimientos, afectos, experiencias.
Este texto nació para ser
publicado en Facebook, con unas 500 palabras o quizás 600, pero cuando me puse a
escribir, me di cuenta que no puedo escribir textos cortos y que tengo mucho
por decir.
Recuerdo que cuando escribía mis primeros
textos, mis lectores de entonces me decían “Usted dice, lo que nosotros no
podemos decir o no sabemos como decirlo”; también recuerdo a Juan Alberto Núñez
(mi profesor de taller literario) quien solía decir “El escritor tiene una
responsabilidad social de escribir por aquellos que no escriben”
No quiero que este texto
se haga muy extenso, ya vendrán otros y no quiero abusar de ustedes. La política
está en todo su fulgor y ya escribiré al respecto. Hoy, sólo quería resaltar a
mi Alma Mater, la Universidad de Buenos Aires y su puesto 66 en el mundo.
©Miguel Ángel Villegas