EL ARTE DE ESPINOZA Y MIS PECADOS CAPITALES

 

Los domingos son esos días en los cuales el destino siempre me sorprende o al menos eso le hago creer. Los dos nos engañamos. He aprendido a burlarlo y cada que se da cuenta se cobra su revancha. El destino se empecina en arrastrarme al arte. Hasta en eso lo burlo. Él, se empeña que sea pintor y Yo me voy a las letras. Se empecina en que sea bailarín y Yo me voy con el canto. Nunca coincidimos. El día que logremos coincidir, será porque nuestro tiempo en este mundo ya terminó, mientras tanto vamos como perro y gato por el mundo disfrutando de los placeres de la vida. 

Hace un par de años dejé de fumar, pero de tanto en tanto me entran esos deseos desenfrenados de encender un cigarrillo, en esos días compro uno o dos cigarrillos para satisfacer uno de mis pecados capitales, que a mi entender son mucho más de siete, pero hoy, no me voy a explicarlo. 

Domingo. Lo habitual es que los domingos la gente descanse. Nunca hice lo “habitual”. Desayuné y salí rumbo a la oficina para avanzar algunas cosillas o diseñar alguna imagen para al Estudio. Siempre me ha gustado ser profesional en todos los ámbitos.

Mientras transitaba por jirón Ica, casi llegando a Cailloma mi cerebro me pidió “Cigarrillo”, miré de un lado a otro de la calle, giré sobre mi izquierda y me dirigí al negocio donde suelo comprar cigarrillos sueltos. No quería comprar un paquete de 10 o de 20. Estaba cerrado. ¿Ahora, dónde comprar? Caminé hasta jirón Huancavelica y seguí hasta jirón Camaná. Todos los negocios cerrados. ¿Se quedaron dormidos o les dio el Covid-19?

Tenía la esperanza que el negocio cerca de la avenida Emancipación estuviera abierto. Caminé. Ciento cincuenta metros no es nada para alguien que entrena treinta minutos diarios. Llegué. Estaba cerrado. ¿Y ahora?

Me di por vencido.

Cuando estaba por dar media vuelta rumbo a la oficina, me llamó la atención una especie de feria que habían armado del otro lado de la avenida Emancipación sobre la sexta cuadra del Jirón Camaná, que, dicho sea de paso, el “Tío Luchito” (Dr. Luis Antúnez y Villegas) tenía su oficina. Si mal no recuerdo en el sexto piso. Solía venir a tráele algún recado de Luchita, su mamá y mi abuela. 

Crucé la avenida Emancipación. 

Era una feria de artesanías. Me llamó la atención los trabajos expuestos, pero sobre todo me atrajo la simpatía del vendedor. No estaba sólo, lo acompañaba su esposa. Nos pusimos a charlar. En mi visión periférica capté unas muletas, así que mi cerebelo entendió que quizás tenía alguna falencia en sus piernas. No le presté demasiada atención a  esa circunstancia.

Seguí conversando.

En algún momento de la charla, el vendedor dijo “Es arte pintado con la boca”

¿Pintado con la boca?, se preguntó mi cerebelo.

Mis neuronas inmediatamente lo relacionaron con un grupo de artistas que en el mundo lo conocen como “El arte sin manos”. En ese instante es cuando mis ojos se fijaron con mayor detenimiento en aquél hombre y descubrí que no tenía antebrazos ni manos.

¿Cómo paso?

En ese instante pude divisar sus muñones ocultos entre las muletas, que terminaban en lo que alguna vez fueron sus codos. 

La charla siguió fluyendo, no fue impedimento para conocer su arte, para saber un poco de aquello a lo que se dedica. 

Le pedí tomarle una foto para publicarlo en un blog que escribo desde hace tiempo. Aceptó gustoso. 

—¡Puede hacerme una entrevista, si lo desea! — me dijo.

Supuso que era periodista. Le aclaré que no lo era, pero que desde hace años escribo historias para mi blog. 

Me dijo que tomará una de sus tarjetas. Tome una. En ese instante supe que se llamaba Feliz Espinoza. Supe que había estudiado en la Católica. Supe que era acuarelista, grabador, artesano y muralista.  

La charla siguió fluyendo. Luego de unos minutos, me despedí, no sin antes tomarle la fotografía que acompaña este texto. Prometí que escribiría un artículo sobre este encuentro. 

¿Cómo entender este encuentro? No hay racionalidad que pueda explicarlo. Recorrí siete cuadras buscando cigarrillos, no encontré negocio abierto que los vendiera. Al final me olvidé de los cigarrillos y regresé con un cúmulo de ideas en mi cabeza. 

Mis pecados capitales a veces también me llevan por caminos insondables. A estas alturas, creo que se avecina una guerra entre los pecados capitales y el destino. Creo que soy más vivo que ellos, a la larga, sé que necesitarán un abogado. No pienso cobrarles barato.  

En la oficina logré diseñar algunas imágenes para el Estudio, pero, me voy a quedar con ese encuentro imprevisto con ese artista que sigue mostrando su arte a pesar de las circunstancias. 

Ella. Creo que la verdadera fortaleza de Félix Espinoza no es el arte que realiza sin manos que realiza, sino que su verdadera fortaleza es Ella. Silenciosa, tranquila, sosegada. Ella es quien le da la tranquilidad que necesita para seguir creando, para seguir respirando arte. Ella, que no quiso aparecer en la foto, dejándole el protagonismo a su hombre. 

Desde que el mundo es mundo, ellas siempre están en los momentos más importantes de la historia de los hombres. Nos hunden o nos salvan. En el caso de Félix Espinoza, ella es su mejor complemento, como Micaela Bastidas y José Gabriel Condorcanqui, como Frida Kahlo y Diego Rivera, como Cleopatra y Marco Antonio, como Marie Curie y Pierre Curie. 

En fin, supongo que esa es la gran búsqueda o el gran paradigma de todos los hombres. ¿Yo, la encontraré?, quizás.

Por si te dan ganas de comprarle algunas pinturas o el arte que vende, aquí te anoto sus datos. Félix Espinoza. Tel: 261-9114 / Celular: 984-336-886

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©Miguel Ángel Villegas.


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