LOS VIEJOS TIEMPOS LLEGAN CON RECUERDOS

(Dale click al link que adjunto y escucha la música mientras lees, así sientes el texto como lo sentí Yo al escribirlo:  https://youtu.be/C_psp732sA8)
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Los recuerdos navegan en mi mente como un barco en altamar, jamás se detienen. No tengo jurisdicción. No hay puerto. Navegan en todas mis emociones.

Afuera, llueve. Las gotas caen lentamente sin hacer tanto ruido. Creo que se han puesto de acuerdo con mis recuerdos. Pasan frente a mis ojos sin que pueda evitarlo. Están ahí. Me golpean suavemente. Me llenan de nostalgia.

Quiero salir corriendo a la calle y perderme en las callecitas oscuras. Me visto con mis pantalones de fibra, mis camisas de algodón, mi sacón de paño y mi bufanda multicolor. Tomo las llaves, abro la puerta y corro a esconderme bajo la sombra del árbol que crece pegado a la autopista. Mis recuerdos, me encuentran. Mis nostalgias, me encuentran. Insisto en huir de mis recuerdos. No puedo. Sus ojos. Sus ojos color café aparecen dibujados en el cartel luminoso que atraviesa la autopista. Cierro los ojos, no quiero verlos. No puedo.
Su voz. Su voz llega como un susurro danzando con el viento que juguetea con las gotas de lluvia que caen. Me aletarga. Me sosiega. Me convencen.

Lentamente regreso a casa. Me instalo. Enciendo la radio de mi celular y sale una suave melodía que va diciendo algo como, “A veces siento que regreso a los viejos tiempos, tiempo atrás...A veces siento que regreso a los viejos tiempos, tiempo atrás…” QUEEN - These are the days of our lives (Estos son los días de nuestras vidas)

Vencido, me siento en mi sillón y simplemente me entrego. Decido no luchar con mis recuerdos. Ellos felices.
Llegan primero los recuerdos de infancia. Me veo pescando en el río, jugando al fútbol en Campo de Marte en mi adolescencia, paseando en la Catedral con Maruja, mi primera novia. Fuimos a comer churros con chocolatada en jirón de la Unión. Fuimos al cine a ver una película hindú.
Me veo charlando largamente con Luchita mi abuela. Sonriendo con mi madre. Guadalupe. El colegio Guadalupe. Castigado en el patio “Las Palmeras” haciendo “el patito” por haber llegado cinco minutos más tarde.
Quince. Éramos quince adolescentes que habíamos llegado tarde.
La plaza de Acho, cantando las canciones de Leo Dan con otra noviecita. Nadie podía decir que no era romántico. Escribía poemas.

La música sigue. Me envuelve, me aletarga. Su voz. Su voz se ha metido a mi habitación. Se mezcla, fluye.
“...No puedes retroceder el reloj, no puedes retroceder la marea. No es eso una pena? Me gustaría regresar una vez en un viaje en la montaña rusa…” sigue diciendo la canción.

Me gustaría regresar a esos momentos cuando sus ojos brillaban, su voz era nítida. Me gustaría regresar a esos momentos cuando su piel y la mía se estremecían al unísono y ya no necesitábamos palabras para decir lo que queríamos decir.
Me gustaría regresar a esos momentos cuando tomaba mi brazos y caminábamos por las calles de Lima, cuando tomaba mi mano y no dejaba que me alejara. Me hacía sentir que era sólo de ella.

Los recuerdos llegaron sin avisar y se colaron por mis capilares. Se instalaron justo al lado del hipotálamo. La lluvia. La lluvia sigue cayendo suavemente. Se desliza por las paredes, por los troncos de los árboles viejos que pueblan el barrio.

....Esos fueron los días de nuestras vidas, si.
Las cosas malas en la vida fueron muy pocas...”, sigue diciendo la canción.

Así de simple, realmente las cosas malas fueron muy pocas. Vivimos. Parece como si hubiéramos vivido mil años. El destino, quizás. Solo quizás, nos tiene preparado alguna sorpresa. Tu recuerdo viene y ya no duele. Entra y se instala en mi habitación. Me cuenta que sigue viviendo, que sigue sonriendo, que sigue respirando. Sigue viviendo a pesar de todo. “Te extraño”, me susurra. Está enojada.  ¿Por qué estas enojada?, le pregunto. “Por que te quiero aunque no te lo diga”, me responde. Se levanta y lentamente se aleja. Me siento culpable.
Sin poder evitarlo una lágrima comienza a rodar por mis mejillas. Mi pecho, oprime nia pulmones y el suspiro sale como pidiendo perdón.
Me acercó a la ventana. Te miro. Tu recuerdo sigue alejándose. Quizás se tome el tren de las 21:30 horas. Se pierde entre las sombras.

Finalmente, “...Todos aquellos días ya se han ido, pero una cosa aun es verdad. Cuando busco y encuentro que… aún te amo…” termina diciendo la canción.

Cuánta certeza. Cuanto dilema. !Descubrí que te amaba, cuando ya te habías ido! ¿Cómo es posible? ¿Nos volveremos a encontrar? ¿Habrá otra vida? Si la hay, espero volver a encontrarte. No repetiré los mismos errores. Esta vez, !No te perderé!

La lluvia sigue cayendo suavemente en la ciudad. La música me adormece. Tengo sueño. Esta noche, soñaré contigo. Nos encontraremos en el lugar de siempre. “Vamos a cenar”, te diré. Sonreirás. “Si, vamos”, dirás. Te ofreceré mi brazo. Lo tomarás. Caminaremos. Iremos al lugar acostumbrado. Tendremos una velada feliz.
Mañana cuando despierte, en mi habitación, el perfume de tu piel fluirá en el aire y ya no me sentiré tan sólo.
Los días se han ido, pero Yo… aún te amo.
(© Miguel Ángel Villegas)
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PD: ufff, ¿cómo una canción puede disparar ideas en mi cabeza?, no lo sé. Seguro despues lo sumaré a las historias de Guillermo Ventura. Espero que les guste.Son las 02:00 am del martes 14 de agosto del 2018. No quería que se vayan las ideas. Me llegó la inspiración y lo aproveché. Muchas gracias.
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