TE BUSQUÉ Y TE ENCONTRÉ - PARTE II

Pelo D' Ambrosio y Otros
Todos estamos buscando con quien compartir nuestros pensamientos, con quien compartir nuestros momentos. Todos buscamos con quien compartir nuestras noches, con quien compartir nuestra cama. Todos ansiamos encontrar esa mano que nos sostenga, esa mano que nos acaricie el alma, esa mano que nos sosiegue.  María Elena Machado era todas esas manos, era esa mano que lo había rescatado de los infiernos. Guillermo Ventura sabía que su vida sin ella no tenía valor. En las noches, cuando sus demonios lo arrastraban a las profundidades, ella y solo ella, podía rescatarlo. Lo rescataba. 

El tiempo pasó. Viajaron, conocieron valles, ríos, conocieron ciudades. Volvieron a su entrañable Lima, a esa de las callecitas angostas, de los miles de balcones, de vendedores ambulantes. A esa lima llena de smog, de caos vehicular, de pájaros fruteros. A pesar de todo ello, Lima siempre será su “lugar en el mundo”. Por cuestiones del destino, Guillermo Ventura y María Elena Machado, “la muchacha de los ojos color café”, habían nacido en el mismo lugar: La maternidad de Lima. Nunca sabrán si nacieron unidos por “El hilo rojo”, como cuenta una leyenda japonesa que dice, que las personas predestinadas a conocerse se encuentran unidas a un hilo rojo atadas a su dedo meñique. El hilo existe independientemente del momento de sus vidas en el que vayan a conocerse y no puede romperse nunca. A veces puede estar más o menos tenso, pero es, siempre, una muestra del vínculo que existe entre ellas.

El Hilo Rojo
El origen de la leyenda dice que,  “Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa. La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo. Esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. Hizo que el joven emperador se acercara y le dijo: «Aquí termina tu hilo», pero al escuchar esto el emperador enfureció, creyendo que era una burla de la bruja. Este empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente. Luego, ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.

Muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Aceptó y llegó el día de la boda. Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente… Al levantárselo, vio que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.”

Por cuestiones del destino, Guillermo Ventura y María Elena habían viajado al mismo lugar, en distintos tiempos y por distintos medios. ¿El destino, habría querido unirlos? ¿Estaban predestinados a encontrarse? ¿Estaban unidos por el mismo hilo rojo? Quizás. Alejados por un par de kilómetros uno del otro, vivieron por un par de años. Ninguno se buscó expresamente. Nada hacía presagiar que podrían encontrarse. Estaban en mundos distintos, paralelos quizás. No había nada común que los uniera y que pudiera servir como pretexto para que, aunque sea de casualidad, se chocaran en la calle, se tropezarán con la misma piedra. Compraran pan en la misma panadería. Tomarán café en la misma cafetería. No había nada. Ni siquiera la lluvia. María Elena, detesta la lluvia. Aquellos días lluviosos prefiere encerrase en su casa, ver alguna película, tomar un café caliente recostada en su sillón favorito  y dejar que las gotas de lluvia recorran la ciudad en absoluta libertad. Por el contrario, Guillermo Ventura ama la lluvia. Lo inspira. Parece un chiquillo con su juguete nuevo. Es el día que le vienen ideas fantásticas. Es el día que se llena de de vida y sale a recorrer las calles. Se moja, juega con las gotas de lluvia. Chapotea en los charcos. Se trepa a los árboles y juguetea con las hojas. 
El destino sin embargo jugó sus cartas. Nadie pudo evitarlo, al contrario, algunos fueron cómplices sin saberlo. El destino los había puesto en esos lugares como mensajeros, como aquellos encargados de preparar el camino para que Guillermo Ventura y María Elena se encuentren. El destino los unió. Y cuando se encontraron, fue como si ambos se conocieran de toda la vida. No es que no tuvieran divergencias. Ambos tenían carácter fuerte. 

Cuando aquella tarde de un día cualquiera del mes de febrero del 2018.
— Hay un concierto de “Pelo D’ Ambrosio” en Chosica. ¿Vamos?— le dijo ella.
“¿Quién carajo es ese huevonazo?”, fue lo primero que pensó él, pero no se lo dijo a ella, de lo contrario hubiera provocado que el río Rímac se saliera de su cauce y causara estragos en la zona.
— Si, vamos, seguro nos vamos a divertir— atinó a decir.
Ella se rió.
— No sabes quién es o quiénes son, no?— le dijo y siguió riendo.
— ¿La verdad?, no tengo idea. ¿No te enojas?—respondió apesadumbrado.
María Elena, “la muchacha de los ojos color café”, de un salto se colgó de su cuello, lo abrazó fuertemente y lo besó. Él, le correspondió…. (¡Continuará…!