¿Usted, va a saber más que Yo?

Por: Guillermo Ventura.


   En todas las revistas que llegaron a mis manos en estos últimos meses, los analistas expresan que el Perú desde hace un par de años a crecido económicamente. Eso es bueno para el país, por que se supone que habrá menos pobreza, menos desempleo, menos ignorancia. Todas las noticias que me llegan del Perú o sobre el Perú son halagadoras. Incluso estiman que el 2011 crecerá entre el 7 al 9 %. Reitero, eso es bueno para el Perú.
Fila en la Puerta del Consulado
            Hace seis meses aproximadamente, descubrí por pura casualidad una Radio FM en Buenos Aires, cuyos locutores en su mayoría son peruanos. Me alegró descubrirlos. Es impensado en las FM locales encontrar una programación en la cual pasen habitualmente “Salsa” y “Merengue”. Pasen música “Criolla”, “Afroperuana”, “Huaynos”, “Marineras” y menos “Yaravíes”.
            Descubrirlos me alegró y sirvió para volver a mis “querencias” luego de un largo Ostracismo voluntario. Descubrirlos me sirvió para recordar que allá por la década del `70, cuando era sólo un purrete, solía acompañar a algunos miembros de mi “Clan familiar” por los diversos coliseos y teatros de las localidades de la provincia de Lima (Dpto. de Lima-Perú) donde presentaban su espectáculo de “Danzas Folklóricas”, del cual también, yo, formaba parte. Descubrirlos, sirvió para volver a sentir los aplausos en el viejo “Coliseo Cerrado” (Puente del Ejército) un domingo cualquiera luego de nuestra presentación. Por aquellos tiempos gobernaba el Perú, el General Juan Velasco Alvarado, un hombre muy nacionalista por lo que las actividades culturales que se realizaban en el “Coliseo Cerrado” se transmitían en directo por el canal 7, el canal del Estado.
            Este reencuentro también me sirvió para, después de mucho tiempo volver a interiorizarme nuevamente de la problemática del Inmigrante Peruano en Buenos Aires, donde había vivido muy apartado e incluso, se me había cruzado por la mente nacionalizarme en esta mi “Segunda Patria”. Al parecer, como en otras ocasiones, el destino metió sus narices, al punto tal que a través del “Tío luchito” me dijo:
— ¡No te Nacionalices!!
 También lo hizo a través de mi madre y mi hermana menor.
— ¡No te Nacionalices!
            ¿Como podía negarme ante semejantes pedidos? No estoy ni a favor ni en contra de quienes lo hacen, cada uno tiene sus razones para hacerlo.
            A lo largo de los años que vivo en Buenos Aires, he visto lo bueno y lo malo del peruano. No sólo he observado a los ciudadanos, sino también a sus instituciones, pero principalmente a sus funcionarios públicos.

             A la luz de los hechos podría clasificar a los peruanos en la Argentina en función del año que cruzaron las fronteras de este país.

            Génesis: Mientras escribía este artículo, he conocido a algunos ciudadanos peruanos que llegaron a la Argentina en las décadas del 40’,  50’ y 60’ quienes en su mayoría o casi todos han venido a estudiar, medicina, enfermería, odontología, ingeniería. Hoy son profesionales, muchos de ellos jubilados pero ejerciendo de las formas más diversas, preocupados por seguir generando proyectos que tengan que ver con su arte. Ha sido gratificante encontrarlos para conocer en primera persona sus vivencias, sus sueños, sus logros y también sus pesares. Ellos tienen otra forma de encarar y mirar la realidad Argentina, pero sobre todo otra forma de mirar la realidad Peruana. He conocido a médicos, enfermeros, ingenieros, arquitectos, odontólogos y también empresarios, pero dejaré para otra oportunidad un mejor análisis de esa generación, pues hay mucho aún por averiguar, comprender, conversar y descubrir para mostrar.

Las Nuevas generaciones, del 70’ en adelante:

            Primero: Los que ingresaron en las décadas del ´70, en su gran mayoría vinieron a estudiar en las diferentes Universidades (Córdoba, La Plata y Bueno Aires), los demás eran los llamados “trabajadores golondrinas”, quienes ahorraban algún dinerillo y luego regresaban a sus lugares de origen, y finalmente los que emigran naturalmente. De estos dos últimos, los ha habido siempre y seguirá habiéndolos, son los que denomino “migraciones naturales”. Cuentan los argentinos que en la década del setenta, las fiestas que organizaban los “Peruanos” en Buenos Aires” eran muy lujosas. Los argentos hablaban maravillas de los peruanos. “Son muy educados”, decían, entre otras cosas. 

            Segundo: Los que Ingresaron hasta 1992. Los estudiantes dejaron de ser mayoría, ahora  llegaban también a la Argentina, aquellos que habían sido expulsados por acción de los grupos subversivos, principalmente de los pueblos campesinos del interior del Perú. El éxodo que se produjo por estos años fue muy grande, pero este se realizó en distintas direcciones. Muchos se fueron a Europa, otros a EEUU. Algunos se fueron a Japón, sobre todo los Sansei (Segunda generación de descendientes japoneses nacido en el Perú: Nietos de los primeros inmigrantes). Muchos peruanos en aquellas épocas se cambiaron los apellidos, no era difícil comprar un apellido de origen japonés. Los más pobres o de escasos recursos viajaron a algunos países de Sudamérica como Venezuela que estaba en un auge económico y la Argentina que le estaba sucediendo algo parecido.

            Tercero: Los  que ingresaron desde 1993 al 2000. En este periodo se produce la mayor inmigración peruana hacia la Argentina. El año 1993 el ingreso de peruanos por las fronteras fue de tal magnitud que el país receptor se encontró colapsado para brindar asistencia a todos, llegando miles a dormir durante varios meses en la terminal de ómnibus de Retiro y muchos otros bajo los puentes. A los Inmigrantes peruanos, debíamos sumarles los de origen boliviano, paraguayo y chileno. Los peruanos en su gran mayoría llegaban huyendo del terrorismo de “Sendero Luminoso” y “MRTA”, sumado a la devaluación decretada por el ignoto nuevo presidente (Fujimori).
Primer Salón del Consulado
            Agosto de 1990 fue el mes del SHOCK ECONÓMICO. Mes en el cual Alberto Fujimori puso en práctica todo aquello que durante su campaña, gritó a viva voz que No iba a realizar, mientras que durante todo ese tiempo, su contrincante, el Escritor Mario Vargas Llosa había gritado también que realizar ese SHOCK ECONÓMICO en la situación en la que se encontraba el Perú era inevitable y necesaria. Una herencia que había dejado el saliente Alan García Pérez. Agosto de 1990 es penosa para recordarla, sobre todo por aquellos que la vivieron, ya que tuvieron que pagar los costos de malos resultados y gestiones económicas anteriores. En un mes la inflación alcanzó 397 % y el año cerró con 7,650 %. Fue el resultado del SHOCK ECONÓMICO aplicado para revertir los principales desequilibrios macroeconómicos: Déficit fiscal, baja presión tributaria, déficit externo en la balanza de pagos, hiperinflación y desalineamientos de los precios relativos.
Con esta nueva oleada de peruanos en argentina, también ingresó toda “La Basura Peruana”: Los terroristas que huían buscando esconderse, tergiversando la historia y haciéndose pasar como victimas del Estado; Los ladrones; Los narcotraficantes. Esta “Basura Peruana” se asentó en las denominadas “Villas de Emergencia” convirtiendo con el tiempo a sus habitantes en droga dependientes o lo que es peor en parias de la sociedad. En esta época también aparecieron “abogados” inescrupulosos que traficaron con la pobreza de esos inmigrantes, llevándolos a tomar por asalto propiedades privadas (Casas). Entre estos “abogados” también había peruanos.

            Cuarto: Los que ingresaron del 2001 en adelante. Ingresaron los que habitualmente ingresan: Los estudiantes y los trabajadores golondrinas. A ello le sumamos la llegada de los familiares de aquellos que ya vivían en la Argentina desde hace varios años.


            He tenido que realizar esta presentación de los diversos actores que forman la  problemática que en esta ocasión vengo a hablar y que no ha cambiado a lo largo de los años: LOS SERVICIOS CONSULARES.

            Durante los años que vivo en la argentina no he tenido la necesidad de los “Servicios Consulares” en Buenos Aires, sin embargo las noticias que llegaban a mis oídos no eran de las más alentadoras. Todas tenían la misma premisa: Burocracia, mala atención y en muchos casos, discriminación. Yo no les presté atención o no quise prestarle atención, pese a que las historias se podían escuchar en cualquier esquina donde hubiera un ciudadano peruano respecto de  “La Violencia” ejercida por parte de algunos funcionarios que prestan servicios en la Oficina Consular ubicado en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
            Por algunas emisoras radiales, periodistas de la colectividad propalaban también las mismas historias de las víctimas de estos funcionarios. También en ellas, la connotación era la misma: Violencia y discriminación.

            En la primera quincena del mes de enero del 2011, por una necesidad tuve que dirigirme a realizar un trámite en el “Consulado General del Perú en Buenos Aires”. Un lunes me levanté temprano, cerca de las 6 am. Me duché, tomé desayuno y luego partí. Llegué cerca de las 7.30 am y, OH! sorpresa, me encontré con una fila interminable. Debía haber a esa hora unas 150 personas. Me coloqué en la fila y esperé. Cuando finalmente llegué a la puerta de entrada, ya se habían acabado los números que entregaban para la atención del trámite que me había llevado a ese lugar. Traté de no enojarme, así recordé mis clases de oratoria y los ejercicios de respiración. Segundos después, dio resultado. Avance en estado de trance hacía la boca de entrada del subte línea A y regresé a casa. Rosa, mi mujer, cuando me vió llegar no me dijo nada, sólo me cobijó entre sus brazos y Yo, me deje perder en ellos, me senté a almorzar y poco a poco se fueron esfumando los recuerdos del trámite inconcluso. 

            Al día siguiente me levanté más temprano, las 4 am. Me duché, tomé desayuno y partí. Cuando llegué a las puertas del Consulado General del Perú en Buenos Aires, mi reloj marcaba las 5.45 am. A esa hora ya había unas 70 a 90 personas. Mientras pensaba en el tiempo que me llevaría realizar el trámite y avanzaba hacía el final de la fila, fui interceptado por un muchacho.
— ¿Qué trámite va a realizar?— me preguntó.
Como no me pareció peligroso y menos sospechoso le conté cual era el trámite que debía a realizar.
— ¡Ah, la fila es del otro lado —, me dijo — la mayoría se equivoca y cuando se da cuenta ya perdió el tiempo. Venga por acá. ¿Ya tiene la foto?. Son dos. Sino lo tiene, nosotros sacamos fotos, aquí cerca, a una cuadra.

            Como el día anterior me había tomado las fotografías necesarias para el trámite, le dije que ya lo tenía y continué avanzando rumbo al final de la fila. Como el muchacho no tenía ningún servicio para ofrecerme, supuse que se quedaría a la espera de algún cliente, sin embargo, nada de eso sucedió, por el contrario, el muchacho me acompañó hasta el final de la fila y cuando llegamos.
— ¡El señor es el último! — me dijo.
— Hola, ¿Qué tal?— dijo el otro hombre y se dieron con el muchacho un fuerte apretón de manos.
            Como estaba preocupado en lograr obtener el “bendito” número de atención, por algunos minutos, quizá cuatro o cinco, no le dí mucha importancia a dicha situación. Finalmente, observando al muchacho y al hombre que estaba delante de mí, el cual llevaba una pequeña carpeta (folder) ligeramente enrollada pude comprender lo que estaba sucediendo. Sobre todo comprendí mejor, cuando segundos después, el hombre de la carpeta.
— ¿Me guarda el lugar? —, me dijo y se marchó sin esperar mi respuesta, tan sólo para ponerse a charlar unos diez metros más adelante.
Fila Exterior a las 8 de la mañana
            El muchacho que me acompañó hasta el final de la fila, el hombre de la carpeta y la señorita que el día anterior me ofreció el servicio de fotografías, eran del mismo equipo. Su metodología era simple: La señorita se encargaba exclusivamente a vender servicios fotográficos. El muchacho, se encargaba de observar a los que llegaban e inmediatamente los interceptaban para venderle también los servicios fotográficos, pero además – Aquí el quid de la cuestión, el “trabajo principal” —, se encargaba de acercar al recién llegado hasta el final de la fila. ¿Para qué?, para presentarlo al que era el último de esa fila (el hombre de la carpeta). De esta forma, cuando ese “último” se retirara, el recién llegado lo tendría bien identificado, de ese modo el hombre de la carpeta podría ausentarse todo el tiempo que quisiera.
            ¿Adónde iba el hombre de la carpeta?, pues muy simple, a los otros lugares donde estaba también haciendo fila, a quienes también lo habían presentado con la misma metodología.
            De pronto, alguien me sacó de mi concentración. Era un volandero que me entregó una de las tantas publicidades que suelen entregar: de restaurantes, de empresas de correo, de servicios de trámites diversos.
            Cuando volví a observar que hacían, el hombre de la carpeta se encontraba nuevamente delante de mí. Miré mi reloj y recién era las 7.30 am. Aún faltaba media hora para que comenzaran a atender. Me puse a charlar con las personas que me seguían en la fila, charlamos lo habitual. Le pregunté de dónde era y a qué se dedicaba en el Perú. Cuándo y por qué había emigrado, dónde vivía en Buenos Aires, si trabajaba por su cuenta o en relación de dependencia y cosas así. Minutos después ya tenía varias personas a mí alrededor contándome sus historias. Mientras me contaban parte de sus vidas, no les perdí de vista a aquél grupo de personas que estaban en ese lugar No para realizar algún trámite sino para obtener otro tipo de beneficios.
            Poco a poco fui atando cabos. Todos pertenecían o trabajaban coordinados con el negocio de Fotografías y fotocopias en cuya puerta de entrada tenían flameando una bandera peruana a escasos 80 a 90 metros del Consulado.  El negocio es pequeño, de un lado tiene un pequeño kiosco, del otro lado, una cortina donde suelen tomar las fotografías con una cámara digital casera. Sobre una de las paredes había un cartel  que decía: “Turnos 80 Pesos”.
Segundo Salón del Consulado
            Saqué mi celular y tomé algunas fotografías de la larga fila. El sol ya había despuntado y la humedad del ambiente hacía preveer que ese día, sería muy caluroso. “Click”, sonó una vez. “Click”, sonó otra vez. De pronto el hombre con la carpeta, sin mirar para atrás se perdió rápidamente entre el gentío de la parte delantera de la fila. Al principio me sorprendió dicha actitud, luego comprendí que el “hombre de la carpeta” debió pensar que le estaba tomando fotografías a él. Lo confirmé con el paso de los minutos, pues no lo volví a ver por el resto del trámite que realicé en el Consulado General del Perú en Buenos Aires.
            A las 8.00 am. En forma puntual comenzaron a atender. Se colaron los mismos de siempre, ayudados por algunos otros “hombrecillos” que servían de pantalla en la puerta y con toda la impunidad ordenaban a su “clientes” que se metieran en la fila. Por suerte para ellos no “colaron” a ninguno delante de mí por que se habría producido la hecatombe.  Ya dentro, la fila se hizo aún más interminable, parecía cualquiera de los Laberintos de Borges o “La Procesión del Señor de los Milagros” pasando por la calle Conde de Superunda en Lima: unos iban, otros venían. Unos estaban sentados, otros parados. Unos gritaban, otros susurraban. Unos se quejaban, otros estaban callados.
            Cuando en mi reloj, las agujillas marcaron las 11.00 am, el calor era insoportable y pese a que en el techo podía divisarse las “bocas” de salida del Aire Acondicionado, de esas bocas no salían nada. Había mujeres embarazadas soportando semejante situación, había madres con niños muy pequeños. A esas alturas más que un “trámite” parecía la “Casa del Amansamiento” por no decir “La Casa de Tortura”.
            Aquél día martes, dentro del local que debían hacer unos 40 grados de temperatura, debían haber unas 300 a 400 personas en un espacio que para esa cantidad era demasiado reducido, situación que podía haberse evitado organizándolo de otro modo. Pero, conociendo el pensamiento del funcionario peruano era imposible que realizará algo coherente, por el contrario estos mismos “Funcionarios Públicos” habían salido en diversos medios de la colectividad ante las quejas habituales sólo para decir lo mismo de siempre: “estamos trabajando para mejorar”.
            20 años he visto pasar y la situación sigue siendo la misma.
            Si alguien le decía que podían habilitar un número telefónico: decían, que eso era muy complicado.
            Si le decían que bien podían habilitar en su página Web, un link para poder sacar un turno Online, de forma tal que fuera más ordenado: decían, que habría peruanos que no podrían sacar turno por que no tenían conocimiento de informática o por que era muy complicado habilitar un software para sacar turnos.

            La carrera de Analista de sistemas tiene 15 años más de antigüedad que las primeras clases de esta profesión técnica en la Argentina, por ende hay más experiencia en los profesionales de esa rama en el Perú. Para el caso que alguna persona no entendiera o no supiera manejarse con la informática, siempre tendrá un/a hijo/a, un/a sobrino/a, un padre, una madre, un/a tío/a, un/a primo/a, un/a amante que sí comprenda. En la argentina, el gobierno de la ciudad para la mayoría de sus trámites los turnos se puede obtener online en su páginas Webs oficiales, lo mismo sucede con Anses, Migraciones entre otros. Entonces, no es un problema de falta de mecanismos, es un problema BUROCRÁTICO que evita que sean simples los trámites en el Consulado General del Perú en Buenos Aires y su obtención del turno respectivo. En lugar de servirse de las herramientas para agilizar, las usan o dejan de usar para hacerlo más complicado de lo que realmente es, de ese modo logran que haya “colas interminables”, incluso “colas” que se inician desde las 10 de la noche del día anterior, permitiendo por omisión que algunos “vivos” saquen ventajas en perjuicio de los ciudadanos que se acercan a realizar los diversos trámites en las oficinas del Consulado General del Perú en Buenos Aires, trámite que No es gratuito (Está bien que así sea), pero precisamente por su onerosidad es que los “Funcionarios Públicos” que trabajan en dicha entidad, tienen una MAYOR RESPONSABILIDAD, por que están cobrando por un servicio al cuál deben –deberían- sumarle una excelencia en la atención y NO lo que ya es “Vox Populi”: Burocracia, Mala atención, Violencia y en algunos casos discriminación.

            A lo largo de las horas, escuché muchas historias sobre la atención del personal del Consulado General del Perú en Bueno Aires (Salvo algunas excepciones), de todos los tintes y con las aristas más diversas, pero ninguna de las que me contaron se compara con la yo presencié:

Mi reloj marcaba las 12.15 pm. cuando uno de los empleados salió de la oficina que me correspondía – del trámite que debía realizar- y llamó a los diez números siguientes. Yo fui el penúltimo que llamó. Estábamos ingresando a la oficina las diez personas numeradas, cuando alguien de afuera.
— ¡Señor, señor, tramité mi DNI y ahora me dicen que hay un problema con mis huellas, dicen que no valen, que tengo que hacer todo de nuevo— le dijo un hombre todo transpirado al funcionario que ya cerraba la puerta de la oficina.
— ¡¡ESPERE AFUERA!!— le gritó el funcionario.
— ¡Pero señor, sólo quisiera saber que pasó….!!
— ¡YA LE DIJE QUE ESPERE AFUERA, O ACASO QUIERE QUE SAQUE A LOS QUE INGRESARON RECIÉN, SÓLO PARA ATENDERLO A USTED —, le volvió a gritar y con el mismo tono de vos, dirigiéndose a nosotros continuó—,  O ACASO USTEDES QUIEREN QUE LOS SAQUE PARA ATENDERLO AL SEÑOR.

            Todos nos miramos. Como yo había sido el penúltimo en ingresar, los gritos del “funcionario” retumbaron en mis oídos.
— ¡Primero, no necesita gritar para comprenderlo, sus gritos lastiman mis oídos —, intervine, casi con su mismo tono de voz.
—Pero…— intento decir algo.–
— Aún no terminé —, no le deje hablar y continué —. Segundo: me parece una falta de respeto la forma como está tratando al señor. Esas no son formas de tratar a una persona. Le bastaba con pedirle que espere afuera o pedirle que tenga paciencia, que luego lo atendería.

            El hombre que reclamaba, a simple vista se podía apreciar que tenía escasa educación, se podía apreciar que era también un hombre provinciano, de tez prieta, hablar pausado y cuyas palabras parecían más bien un susurro. Mirándome y/o buscando mi complicidad o ayuda.
— Sabe señor —, me dijo —, tramité mi DNI hace dos meses, hoy vine a retirar y me dicen que hay un problema con mis huellas dactilares. Yo necesito mi DNI para poder votar en las elecciones, además hoy he perdido el día en el trabajo, para venir acá y me digan que pasa.
— Bueno, pero ese no es un problema mío. Yo, no tengo la culpa que usted haya tenido problemas con sus huellas dactilares —, interrumpió el funcionario.
            Lo paradójico (por no decir patético) de este asunto, era que el funcionario público también tenía las mismas características físicas del hombre que reclamaba, también era de tez prieta (No confundir con trigueño), lo que en Lima se suele llamar: “Un serrano vivo”
— Por supuesto que ese inconveniente es un problema suyo — continué —, para eso usted es funcionario público y tiene un sueldo. No lo hace por su buena voluntad, sino por que para usted, es una obligación. En cuanto a las huellas dactilares, el señor que reclama tiene toda la razón en su reclamo. Si hubiera un “protocolo” estas situaciones no se producirían.
            Para entonces el funcionario, tenía el rostro de todos los colores y si hubiera tenido visión de rayos láser, en ese instante me hubiera desintegrado y en un acto desesperado de recuperar el manejo de la situación que ya se le había escapado de las manos y bajo la creencia que por trabajar dentro del Consulado General del Perú en Buenos Aires, debía tener información privilegiada.

— ¿USTED, VA A SABER MÁS QUE YO? —, gritó desesperadamente.

            Podía notársele que el nerviosismo ya había invadido cada una de sus extremidades. Pude notar un ligero temblor en los dedos de sus manos, síntoma que ya no estaba pensando sino que estaba actuando sólo por instinto, instinto de supervivencia, propio de cualquier animal en peligro. Fue en ese instante cuando saque “MI CHAPA” y se lo lancé a la cara.

— ¡Sí, SOY ABOGADO — le dije en voz alta y continué—, y veo que usted no sabe nada, por que de lo contrario comprendería lo que es un “Protocolo” y para que pueda comprenderlo se lo voy a explicar a través de un ejemplo. Cuando se produjo el incendio del Local bailable “Cromagnon” y el director del Hospital Ramos Mejía se enteró de tal suceso y previendo que dado la proximidad del local bailable con el hospital, les debe haber dicho a sus subordinados. “Actívese el Protocolo” ¿Qué significa esto?, que de antemano se debían haber organizado, previendo que alguna vez sucediera un caso como el del suceso y debieron haber acordado pautas para que el trabajo en conjunto sea efectivo y práctico. El “Protocolo” acordado debió haber previsto determinados pasos previos u obligatorios, de tal forma que cuando el Director del Hospital Ramos Mejía, dijo: “Actívese el protocolo” cada uno de los miembros del personal del nosocomio sabía exactamente que hacer. Cada enumeración o que paso del protocolo debía llevar a la mejor atención de los damnificados, heridos, moribundos e incluso a familiares. 

            Su compañera de oficina, hizo pasar al hombre que reclamaba y lo hizo sentar y en lugar de pasar desapercibida y realizar su trabajo como correspondía, le comenzó a explicar las razones por las cuales sus huellas dactilares en Lima no habían sido aceptadas o reconocidas. Pudo pasar desapercibida, pero en lugar de ello, cada palabra que articuló en su explicación al hombre del reclamo lo dijo en voz alta como para que Yo escuchara. Y como el funcionario, ya no hablaba, sino que farfullaba entre dientes.

 
— Si el Consulado tuviera un Protocolo para las huellas dactilares — continué —, se podría evitar los inconvenientes de aquellos que vienen a tramitar su DNI, de tal forma que antes de tomarle las huellas dactilares, conforme al “Protocolo”, el funcionario que atendiera debería realizar como norma número uno, preguntas predeterminadas de antemano. La primera pregunta podría ser (la misma que en ese instante la compañera del funcionario, recién le estaba realizando al señor del reclamo): ¿Realiza algún tipo de trabajo que pueda lastimar  las gemas de sus dedos?, si el tramitante contestaba afirmativamente, el funcionario le diría: “Tiene que ir donde un médico para que le expida un certificado donde exprese que dichas huellas son las suyas (la misma que en ese instante la compañera del funcionario le estaba explicando al tramitante)”. De tal modo que cualquiera que trabaje en algún tipo de oficio que lesione las gemas de sus dedos, NO tengan que venir al Consulado para tomarle las huellas dactilares, tramitar su DNI, y que después de dos meses dichas huellas regresen de Lima rechazadas, con la consiguiente perdida de tiempo y dinero de todo aquél que venga a realizar un trámite tan simple.

            El funcionario se puso a atender a los primeros que habían ingresado. Una de las señoras que estaba cerca de mí.
—No diga nada más, lo van a marcar y por ahí pierden su trámite a propósito — me susurró.
— Quédese tranquila —,  le dije—, si ellos tienen contactos en Lima, Yo también tengo los míos. Es el colmo — continué—, ya parecemos esos países africanos, donde los únicos que conocen la ley son dos o tres jefes tribales quienes deciden la vida y muerte de sus súbditos y que a estos (los súbditos) sólo les queda acatar las disposiciones en silencio y con la cabeza gacha.

            Luego de algunos minutos, me tocó que me atendieran, me tocó justo el funcionario con el que había discernido. Me acerqué sonriente –como habitualmente lo hago- lo saludé, le entregué la documentación. Hizo los pasos correspondientes y me entregó una copia de mi trámite y finalmente salí.
            Mientras subía al subterráneo de la Línea A (Plaza de Mayo –Nazca), iba pensando en como se habían dado las cosas ese día. Desde entonces, he vuelto al ruedo por que lastimosamente he comprobado que en mis casi 20 años de ostracismo voluntario ha cambiado demasiado poco, o casi nada. Distintas mascarás, pero las mismas mañas. Me soportan (por que a veces soy insoportable) en Casa del Perú en Argentina (Asociación Civil sin Fines de Lucro). Me volví a integrar más rápido de lo que hubiera imaginado. Por supuesto, hoy, estoy más preparado y más maduro. A veces creo que sólo estuve alejado (de mi colectividad) preparándome para lo que vendrá. ¿Qué vendrá?, no lo sé, pero el futuro es promisorio.
            Cuando finalmente subí  a la Línea E  (Bolívar -  Plaza de los Virreyes), se me agolparon los recuerdos de la infancia. Y por algunos segundos me transporté a mis años infantiles, fecha en la que conocí al “Tío Luchito” de quién todos en la familia me habían hablado y vaya que habían hablado, que a veces parecía como si estuvieran hablando de “San Martín, Francisco Bolognesi o de Miguel Grau”. Fue precisamente por aquellos años (tenía cinco años de edad) cuando decidí que iba a ser como el “Tío Luchito”: ABOGADO.
            Con los años aprendí a conocerlo mejor y desde entonces ha sido una de “las huellas que uso como guía”. Cuando años más tarde, vino de visita a Buenos Aires para un “Congreso de Derecho” tuvimos la oportunidad de charlar de diversas cuestiones que hacen a la problemática del funcionario peruano y concuerdo con su postura que los Funcionarios peruanos sufren del “SINDROME DEL CACHACO FRUSTRADO”


No estamos tan mal, pero podríamos estar mejor…. Si quisiéramos (proverbio propio)

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NOTAS:
                 En vista que hay demasiadas historias, estoy dándole forma a un proyecto: “ARTICULO 92”, un espacio para tratar toda la problemática de los Funcionarios Peruanos en el Exterior, las normativas que regulan, las disposiciones nacionales e internacionales.
               Si tienes alguna historia que te contaron o que lo viviste, escríbeme narrando esa situación: Nombre y apellido, numero de Télefono y DNI a los siguiente mails (Los datos que nos envién serán tratados con absoluta confidencialidad y protegidos conforme a las leyes Aregentinas)
Articulo92@hotmail.com, migueljus@hotmail.com

             Si deseas colaborar con este proyecto, comunicate conmigo. Es un proyecto de Investigación que posiblemente llevará a otros y que a yudará a comprender la idiosincracia y la problemática del Inmigrante Peruano en Buenos Aires. 



  
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1 Comentarios
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  1. Wow como escribes, parece que estaba ese día, después de leer esas líneas

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