YO, NO SIGO, YO ACOMPAÑO.

Por: Guillermo Ventura      
      
Había pensado escribir este articulo fundamentando por que el 5 de junio MI VOTO será VICIADO o NULO, sin embargo las circunstancias hicieron rever mis pensamientos y decidí tratar de descubrir otras cuestiones más importantes para mí, sobre todo tratar de descubrir, ¿cuáles son las razones por las que pienso,  hablo y actúo de la forma que lo hago.
            Mi VOTO VICIADO no va a modificar que llegue al gobierno cualquiera de los candidatos mediocres que definen en la segunda vuelta Electoral, que además, (al menos para mí) no reúnen las condiciones básicas ni la ética necesarias, de los cuales ya he dado razones suficientes en mis anteriores análisis de sus exposiciones previas a las elecciones del 10 de abril.

            A lo largo de estos meses sólo he visto VIOLENCIA por parte de los candidatos y sus acólitos, sobre todo de sus acólitos. Se han lanzado con toda la mierda que podría ser posible lanzarse y no quiero ser parte de toda esa mediocridad.

            Como optimista que soy, el 29 de mayo tenía la esperanza de encontrarme con palabras diferentes, con candidatos ecuánimes y veraces. Tenía la esperanza que me sorprendieran pero nada de eso sucedió, sólo más de lo mismo. Lo que sí me ha sorprendido en estos meses de campaña y durante las elecciones es el FANATISMO de los ciudadanos peruanos que han participado ya sea como parte de algún partido o como simples seguidores, he encontrado muy pocos”CIUDADANOS RESPÒNSABLES y ECUÁNIMES”

            El 30 de junio mientras chateaba con una amiga – al menos así la considero yo –, le comenté que estaba “triste por que como persona optimista que soy, esperaba (de los candidatos) que me sorprendieran, pero nada de eso sucedió. Están metidos en su mediocridad y no parece que vayan a salir de ella”, le había dicho..
Ella, me respondió: “optimista y encima optimista inaleccionable”

            Sus palabras me dejaron pensando. Me pasé la mañana meditando sobre lo que me había dicho: “…inaleccionable”
Rápidamente me fui a la RAE para descubrir algunos significados.

Aleccionar.(De lección).
Instruir, amaestrar, enseñar. U. t. c. prnl.

Instruir. (Del lat. instruĕre).
1. tr. Enseñar, doctrinar.
2. tr. Comunicar sistemáticamente ideas, conocimientos o doctrinas.
3. tr. Dar a conocer a alguien el estado de algo, informarle de ello, o comunicarle avisos o reglas de conducta. U. t. c. prnl.
4. tr. Tramitar un procedimiento administrativo o judicial.

Amaestrar.(De maestro).
1. tr. Enseñar o adiestrar. U. t. c. prnl.
2. tr. Domar a un animal, a veces enseñándole a hacer habilidades.

Enseñar.(Del lat. vulg. insignāre, señalar).
1. tr. Instruir, doctrinar, amaestrar con reglas o preceptos.
2. tr. Dar advertencia, ejemplo o escarmiento que sirva de experiencia y guía para obrar en lo sucesivo.
3. tr. Indicar, dar señas de algo.
4. tr. Mostrar o exponer algo, para que sea visto y apreciado.
5. tr. Dejar aparecer, dejar ver algo involuntariamente.
6. prnl. Acostumbrarse, habituarse a algo.

Acto seguido me fui a buscar el significado de fanático.
Fanático, ca. (Del lat. fanatĭcus).
1. adj. Que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas. U. t. c. s.
2. adj. Preocupado o entusiasmado ciegamente por algo. Fanático por la música.

            Sin perjuicio de que el término In-aleccionable no figura en la RAE y comprendiendo lo que quiso expresar con ese término, tiene razón, NO soy Aleccionable, pero no en el sentido de Aleccionar. Instruir, enseñar. Por que en ese sentido sí me dejo Instruir y enseñar por quienes considero mis maestros. Sino que No soy aleccionable en el sentido de Aleccionar-Fanático, que no piensa con la razón sino con los apasionamientos ciegos que llevan irremediablemente a la violencia, verbal, pero violencia al fin.   

            En esa búsqueda he viajado a través de mis experiencias a fin de  descubrir donde nació mi ser “No-aleccionable”. ¿Será tan así? Nunca he seguido la huella de los demás, pero siempre los uso de guía y para descubrir ese mi ser que me trae hasta aquí, hoy, voy a tratar de mostrar algunas huellas que me acompañan en el largo camino de mi destino.  

            En ocasiones suele suceder que se me cuela el escritor y me dejo arrastrar por alguno de los personajes que toman por asalto mis pensamientos y ordenan a mis dedos para que tecleen lo que ellos quieren. A veces me resisto, pero siempre terminan por dominarme y construyen textos que nunca se me hubiera ocurrido escribirlos

            Cualquier párvulo que creció en la década del ’70 en el Perú ha tenido como lectura obligatoria el “Libro Coquito”. No había otro ni hacían falta otros más. A través de ese querido y entrañable libro aprendí a conocer a los mártires, los héroes y los grandes hombres que hicieron al Perú una nación con una inmensa cultura.
Pero, los libros entregados así por que así, sin la intermediación de los maestros se vuelven huecos e inútiles, por no decir inservibles, así que en esta oportunidad debo rescatar a mi primera Gran Maestra: María Flor Cusma Ordóñez.

            Cuando llegó al pueblo para hacerse cargo del colegio, ella tenía 20 años y yo tenía 8 y ese año comenzaba el tercer grado de primaria. La señorita María Flor había estudiado el profesorado con orientación en Literatura para enseñanza secundaria, pero como el Perú en aquella época había el SECIGRA, mecanismo (Ley) por el cual todos los egresados de Universidades Nacionales debían retribuir al Estado a través de la prestación de sus servicios –su profesión- durante un año, donde el Estado lo disponga. A través de ese mecanismo la “Señorita María Flor” llegó al colegio para hacer su “primera plaza”. Vino por un año y se quedó tres. Cambió todo el sistema o forma como nos venían enseñando los profesores anteriores. Tenía una manera muy particular de enseñarnos: Todas las actividades o festividades escolares eran organizados por los alumnos, por supuesto primero nos enseñó y luego nos exigió. Los alumnos que terminamos la escuela primaria con ella hemos logrado superar ampliamente las expectativas que tenían nuestros padres.
En cierta ocasión, yo me rebelé.
—No voy a aprender el poema que me dio la señorita— le dije a mi madre—, ya estoy cansado que en todas las actividades del colegio, siempre yo debo salir al estrado a hablar, presentar la actividad, leer o recitar algún poema. Hoy no lo haré y no me importa si me reprueba o me pone cero en conducta.
            Mi madre trato de darme  miles de explicaciones del proceder de mi maestra. Trato de convencerme con regalos e incluso me amenazó con acusarme con mi padre, pero yo me quedé en “mis trece”. Cuando llegué la colegio y mi maestra se enteró que me había rebelado y no había aprendido la poesía, me llevo a un aula, me entregó una hoja con el poema que debía recitar…
—Tienes media hora para aprenderlo— me dijo.
Mientras cerraba la puerta, a lo lejos pude escuchar los sonidos de una banda de músicos acercándose
Antes de que se cumpla el tiempo otorgado se abrió la puerta y apareció ella. Se acercó, me arreglo mis cabellos, besó mis mejillas.
— La Procesión ya está en la puerta del colegio, ve y deslúmbralos.— me susurro al oído.
            Caminé hasta el palco que habían armado en la puerta del colegio para que los alumnos le rindieran homenaje al “Señor de los Milagros”. Subí los tres escalones, miré alrededor, debía haber unas trescientas personas esperando que dijera algo o que saliera huyendo del lugar como había sucedido en otras oportunidades con otros alumnos. Recorrí con la mirada a todo el gentío tratando de buscar algún rostro amigable o conocido, pero todos los que vi me resultaban desconocidos, seguramente debían ser de los pueblos vecinos. Cuando comenzaba a perder la esperanza, en una de las esquinas descubrí el rostro de mi madre que me estaba sonriendo. Tomé aire y comencé a recitar…

“Paso a Nuestro Amo y Señor
andas, lienzo y candelabros.
Paso a Nuestro Salvador
el Señor de los Milagros.

La calle es un río humano
por cuyo cauce, la gente
muy acompasadamente
camina desde temprano.
“Avancen, avancen hermanos,
no estorben al cargador...”
grita el Capataz Mayor
que las cuadrillas comanda.
“Paso, que vienen las andas,
paso a Nuestro Amo y Señor...”

Por las calles se desborda
aquel torrente morado;
gimen los pies maltratados,
la Fe permanece sorda…”
(Al Señor de los Milagros – Nicomedes de Santa Cruz)

            Cuando por fin terminé de recitar el poema, todo se quedó en silencio por algunos segundos que incluso llegué escuchar el golpeteo incesante de mi corazón. De pronto…llovieron los aplausos. A lo lejos pude observar que felicitaban a mi madre. Mi señorita María Flor se acercó y me acarició los cabellos.
El día que se fue se reunió todo el pueblo para despedirla y entre lágrimas la vimos alejarse por entre los zigzag del camino carretero.



            El hombre es producto de la sociedad, pero también de las circunstancias, de las sinrazones, de la suerte y del destino. Nuestro lugar en la sociedad es como un juego de lotería. Nacemos y no sabemos si nos tocará ser clase A, B, C, D, E, o no tener ninguna letra que nos cobije y ser simplemente un paría.
Nunca me he puesto a pensar en la letra que me corresponde, si es que la hubiera, aún a pesar que muchos ya me han clasificado, me han atribuido nociones y pensamientos que no son los míos, sino que por el contrario son los de ellos. Es decir, han puesto palabras en mi boca que no he dicho.
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            La primera vez que conocí a “Don Felipe Peña” (QEPD) me causó temor. Era un hombre muy alto, debían faltarle pocos centímetros para los dos metros, al menos eso me pareció aquella vez. Tenía los hombros anchos, brazos que parecían troncos y un vozarrón que parecía un trueno. Por algún tiempo sólo trataba de verlo de lejos, no me atrevía a hablarle pese a que solía charlar habitualmente con mi padre y parecía un hombre muy jovial. Con el tiempo aprendí a conocerlo y a través de él conocí una parte de la vida de mi bisabuelo “Don Ambrosio” a quién todos en una región de la Provincia de Lima, respetaban. Me contó miles de cosas y todas las contaba con un entusiasmo que parecía como si en ese instante lo estuviera viviendo. De todas las cosas que me contó, había un hecho en particular del que se sentía orgulloso: Lo había enfrentado a Don Ambrosio. No recordaba porqué ni cómo habían llegado a esa circunstancia, pero si la forma de su enfrentamiento.
— En los pueblos se hablaba mucho de él. Nadie se atrevía a enfrentarlo ni siquiera los “más gallitos”, pero cuando me le paré, ya estaba viejo. Aquella mañana me lo encontré en las gradas que suben a la iglesia en el pueblo viejo — me dijo—. Por algunos segundos, como muchos, dudé en enfrentarlo, tenía la boca seca y los músculos tensos que si no decía algo iba a salir corriendo. Me paré frente a él y le dije que si era “tan hombre” como dice la gente, iba a defenderse por que no quería  golpear a un hombre que no se defiende. “Don Ambrosio”, se sonrió, se quitó el sombrero, se secó el sudor de la frente y me dijo, “Muchacho, ya mostraste tu hombría, ahora ve a tu casa”. Yo, no supe que contestarle, me temblaba todo el cuerpo. Don Ambrosio se acercó aún más y con la misma tranquilidad me dijo nuevamente, “muchacho, ve a tu casa” y siguió su camino. Yo me quedé por algunos segundos inmóvil sin saber que hacer ni que decir, hasta que se acercó mi madre y tomándome del brazo me arrastró a casa mientras me decía “ay muchacho tonto, como te atreves a enfrentarte a Don Ambrosio. Si hubiera querido te habría dado una tunda y te lo habrías merecido por testarudo”. La testosterona me había arrastrado a realizar semejante locura, con sus sesenta años “Don Ambrosio” tranquilamente hubiera podido golpear mis veinte años tontos.

            Con los años aprendí a descubrir a mi bisabuelo a quien no tuve la fortuna de conocer personalmente, pero que el destino quiso que supiera de él a través de aquellos que sí lo conocieron. Me han contado tantas historias de él que en algunas ocasiones llegué a  creer que él era el “Llanero Solitario” de esa región de la provincia de Lima, sobre todo por que aquellos que lo conocieron, en sus narraciones solían imaginarlo montado en su caballo “Alazán”. Podría decirse que, por aquellos años, por aquellos lugares, su palabra era…”La Ley”.
            Llegó a tener todo el poder que cualquier hombre ambiciona, sin embargo, jamás hizo un mal uso de ese poder ni tomó ventaja para sus propios intereses. Por el contrario fue un hombre muy preocupado por la buena administración de justicia y el no abuso del poder por parte de las autoridades respectivas. Fue un hombre que vivió en una época donde los problemas se resolvían a los puños o a los tiros, pese a ello en muy pocas ocasiones tuvo necesidad de usar sus armas.

            Podría enumerar y detallar las historias de otros personajes que han sobresalido en mi “Clan Familiar”, sin embargo mi intención no es mostrar que tengo una estirpe (ascendencia, raíz) de hombres probos y preocupados por la sociedad en la que vivieron, sino que mi intención es tratar que comprendan que los gobernantes mediocres han ido matando a esos “buenos hombres”. ¿De que forma? Creando, generando, alimentando, instituyendo la BUROCRACIA.
            Pero no cualquier burocracia, sino aquella que es parasitaria, cuyo único fin es “Crear Burócratas Parásitos” en cuya mente sólo tendrán la única y exclusiva idea de “Generar más burócratas parásitos”, de lo contrario perecerán, es decir, si no pueden retroalimentarse y conseguir ser una gran masa, podrían ser fácilmente erradicados, destruidos.
            Max Weber expresa que “…la burocracia crea atrancos e inconvenientes (lentitud, aburrimiento), pero, al mismo dice que “…este es el precio por una organización racional y eficaz, que tiene las ventajas de: maximizar la efectividad con la que se consiguen las metas, maximizar la eficiencia para lograr el mejor resultado al más bajo costo y así controlar la incertidumbre al regular a los trabajadores, a los proveedores y a los mercados. La locura de mantenerse cuerdo es la premisa que hace funcionar a todo el aparato del Estado, y debajo de esa cúpula de poder manejada por una clase social nueva llena de burócratas, los ciudadanos tratan de ponerse al día con un Estado que los ampara sólo como números de una cadena lógica y racional.


            Nunca he seguido las huellas de los demás, pero las uso como guía. Esa a sido la forma como he ido avanzando a lo largo de la vida por que como ya he dicho en otras oportunidades,  no sigo a cualquier líder, sino  a aquellos que me demuestran que son probos. Hoy voy a reformular mi entendimiento del término "SEGUIR" en la Politica y diré lo siguiente.
“Yo, No sigo, Yo acompaño” por que he visto que cuando los lideres les piden a los ciudadanos que los sigan, lo que realmente están pidiendo es que sean  ciudadanos “fanáticos”, mientras que “ACOMPAÑAR” significa que mantengo mi independencia ideológica, pero que comparto algunas o muchas cosas y que posiblemente tenemos cosas en común, exactamente de la forma como le damos legitimidad al Estado. Es decir, cuando cedemos una porción de nuestro derecho para crear la ficción “Estado”. Dicho en palabras de Savater, "Los Gobernantes son aquellos a quienes mandamos mandar"

        Así es querida amiga, tienes razón, soy “Inaleccionable” por que “Yo no sigo, Yo Acompaño”, de la misma forma que lo han hechos todos mis ascendientes a lo largo de la historia, y además por que me considero un ciudadano responsable, que no adoctrina, sino que enseña, que no exige (salvo excepciones), sino que solicita, que no es violento, sino que busca consensuar (salvo excepciones). Si alguna vez tuviera que seguir, sólo seguiría a mi madre, a nadie más.

No estamos tan mal, pero, podríamos estar mejor… Sí quisiéramos. (Proverbio propio)


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