Los días a veces se tornan imprevisibles. A veces planificamos de una forma y salen de otra. Algunos dirán “es del destino”, otros dirán “Es Dios”. La noche que Guillermo Ventura vio que Malena Rivera se marchaba para siempre, llovió a cántaros. El servicio meteorológico no había pronosticado lluvia para ese día. Ella tenía ese Don de arrastrar todos los males. Por suerte, él, no era supersticioso.
La noche de su partida, le lanzó su último “pelotudo no servís para nada”. “¿De qué te sirve tu titulito?, ¡métetelo en el orto, haber sí así cagas oro! Vivís en una pocilga. ¡Mucha filosofía!, ¿Para qué carajo te sirve?”, se lo recitó de una mientras bajaba la escalera, para abrir y cerrar la puerta de un golpe certero.
Guillermo Ventura quiso refutar cada palabra. No dijo nada. Abrió la puerta, intento detenerla, no se movió. Regresó sobre sus pasos, se dirigió a la cocina y se preparó un café.
Mientras sorbía su café recordó que la conoció de pura casualidad. Viajó casi por equivocación fuera de la ciudad. Debía encontrarse con alguien, a quien no encontró. Preguntó en la casa vecina, salió una muchacha con un cigarrillo encendido. ¿A quien busca?, le preguntó. Él, se había quedado absorto mirándola. ¿A quién busca?, le volvió a preguntar. Le preguntó por sus vecinos. Charlaron. Regresó días después para encontrarse con aquél a quien fue a buscar la primera vez. Mientras bajaba del andén se topo con ella. La saludó. Malena Rivera, le dijo que se llamaba cuando le preguntó por su nombre. Almorzaron. Era entretenida. Guillermo Ventura sintió que ella contaba sus historias a medias, cargadas con misterio. Nunca supo de cuantas personas estaba conformada su familia.
Terminó su café. Estaba destruido. Encendió el televisor, se aburrió y se fue a dormir. Se acostó y apenas apoyó la cabeza se durmió. Soñó. Soñó con ella. Le reclamó que nunca se preocupó por él, que no le estaba aportando nada a su vida, que sólo sabía gastar sin preocuparse de donde provenía el dinero, que le había mentido miles de veces. Se despertó sobresaltado. Se fue al baño, regresó, se durmió. Al día siguiente cuando desayunó la extrañó en su mesa.
Miguel Ángel Villegas
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Texto escrito en 2017.
Borrador de una historia más compleja que en algún momento terminaré.
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